Introducción
En un gran mundo, originalmente poblado por tres razas origen, Arad, Tarimar y Erigos; considerados los seres más antiguos que habitaron estas tierras, tomando cada uno parte del que sería su hogar; la paz había reinado durante años, o eso habíamos creído hasta ahora. Con la creencia de que todos descendimos de estas tres razas, era tan simple como la idea de que vivimos con una paz absoluta. Durante el pasar de los años empezaron a verse otras razas, con la creencia que eran producto de los cambios presentadas en las tres iniciales, tales como unión entre ellas o cambios en el medio; los Nagaru provenientes del cambio que sufrieron algunos Arad, los Dhurma nacidos de los Erigos y el bosque, los Odaro eran antes Nagaru que cambiaron para protegerse y por último los Zenui nacidos de la unión entre los Arad y Tarimar. Después de muchos años intentando llegar a la perfección, los Zeniu descubrieron que la perfección yacía en su propia alma; grandes caballeros, protectores del alma y mensajeros de su propia fe. Cargando su terrible destino, una apariencia similar dos razas, que a lo largo de los últimos años han sido su maldición
Hace mil años los Zenui desaparecieron sin dejar rastro alguno, nunca se supo que sucedió con ellos, solo se dejó de verles y con el tiempo se empezaron a volver una leyenda, tanto así que es raro oír incluso como lucían; puedes escuchar entre las razas hablar acerca de que los Zenui, solo eran un mito, jamás existieron, podías llegar a creerlo, jamás he visto un Zenui, que más podíamos pensar, es decir, solo son un mito; una leyenda o un mito, los Zenui ya no existen o eso creíamos.
Capitulo 1
Arad
Año 302 de la era dorada. Asthamir es la capital de nuestra gente los Arad, una ciudad hermosa, llena de energía pura, habitantes amables, y regentes capaces de aceptar la vida tal y como es, nuestra comunidad prospera y autosuficiente, tenemos el mejor comercio de todos, yo particularmente me dedico a sanar, lamentablemente no soy la mejor, a pesar que por mis características debería ser un veedor; jamás lo he sido, sin embargo he podido sanar y este ha sido el trabajo al que fui destinada por el sabio, mi futuro así lo dice.
Los Arad tenemos la creencia de vivir bajo el manto de un dios, uno con la capacidad de sanar todo, capaz de curar un alma, un cuerpo débil e incluso un corazón herido. Somos considerados nobles de corazón, capaces de curar cualquier mal, veedores de lo que hay más allá del hoy. Nuestra apariencia, una armoniosa y llena de amor, físicamente perfectos a la vista de cualquier mortal, con un alma incluso más hermosa que la flor más bella; el aroma de una vida nueva es el mayor impulso de nuestra fe. Los años nos han dado a entender que la capacidad de sanar no ha podido mantener viva a nuestra raza, a pesar que la edad no es un impedimento para nosotros, el llegar a una etapa de madurez y desde ese punto no envejecer, nos había puesto en una tela de ignorancia, dándonos a creer que nuestra raza era inmortal, capaces de no solo sanar, si no vencer a la tan temerosa muerte, no era así, no podíamos librarnos de ella, enfermedades azotaron a nuestra gente, poniéndonos en una mortal vulnerabilidad, llevando a muchos a perecer ante ella. Durante el paso del tiempo entendimos que no éramos capaces de devolver toda vida a su origen, no podíamos sanarlo todo; a pesar de todo contábamos con algo que podía darnos una perspectiva distinta del futuro. Virade un sabio antiguo logró comprender más de nuestra naturaleza, entender que no éramos simples sanadores de almas, teníamos un don; nuestros ojos eran una vista divina, capaz de mirar al pasado y de la misma forma futuro, capaces de comprender el futuro y proteger el pasado.
Siempre he vivido en el mismo lugar junto a mi maestro, desde que tengo memoria la única persona cercana a mí ha sido él, la única que ha estado allí para mí, extraño mi hogar, extraño la sensación de paz que sentía al estar junto a él, el constante pensamiento de lo que se avecina y el miedo por no saber cómo terminará es mi mayor pesadilla, y el final es como el sentimiento al ver una ave volar y perderse entre las nubes, o así siempre lo sentí. Pertenezco a los Arad y mi nombre es Myalh, mi historia empieza en Asthamir la capital de los grandes portadores del Ojo del dios, desde que nací me enseñaron las más puras tradiciones de nuestra gente, desde el deseo del sabio Virade hasta el sueño de un niño que acaba de nacer. Algunos de los Arad desarrollan una anomalía la cual les permite ver pasado, presente y futuro de alguien, basta con un pequeño contacto para acceder a su vida, es como si miraras con sus ojos, una vista de su pasado, lo que vivió; una vista de su presente, como vive actualmente; y una de su futuro, como verá todo en ese entonces. Esto es normalmente usado para ganar o evitar guerras, para evitar una enfermedad en nuestra gente, para no perder algo, o simplemente por curiosidad; desde la muerte de Virade se prohibió el uso del Ojo del dios, pues durante su mandato como sabio, Virade sufrió de muchos que usaron el poder para traer desgracias, desde ese entonces se buscó evitarlo, hasta ahora.
- Siempre quise un mundo gobernado por el bien, aunque desde los tiempos más antiguos hemos vivido en una paz que consideraríamos casi perfecta; aun así, el mal permanece, como una enfermedad que lentamente está deteriorando nuestro mundo.
Durante el pasar de los años vivimos sin encontrar una cura permanente, hemos estado en constante decadencia, la guerra deterioró los cimientos de nuestras razas, siendo guiados por un camino que solo nos ha traído muerte y destrucción. Desde hace diez mil años, en nuestro principio, se establecieron reglas, reglas que nos darían una mínima tranquilidad, eran una especie de luz una guía para este camino el cual hemos tenido que seguir. Todo comenzó con una misión de exploración cerca de los montes de Trist, era simple, debíamos inspeccionar lo sucedido en el lugar; hace tres días recibimos un reporte de unos centinelas, una batalla estalló, seres pertenecientes a los Dhurma y algunos de los nuestros se enfrentaron. Los Dhurma llevan una apariencia felina, garras afiladas, corpulentos, de rasgos marcados y agiles, pero aun conservando su apariencia humana. Mi única misión acá era asistirlos, éramos doce enviados al campo, los cuales había diez sanadores, un protector y un sanador con los Ojos del dios. El lugar era un campo de batalla sangriento, avanzar entre mares de cadáveres enemigos y aliados, sin importar que eran seres vivos; lo único que podías pensar al entrar en un lugar así, era por más mínimo poder encontrar alguien con vida, debíamos hallar a alguien, era la única forma de saber que sucedió. Debíamos tener cuidado esto incluso podía ser una trampa, podríamos estar caminando a nuestro último aliento, se podía sentir el miedo, la inmortalidad era efímera en un momento así, pero debíamos revisar a todos y cada uno, la esperanza de vida era lo que nos mantenía allí; avanzando un explorador pudo notar a alguien moverse, alguien sobrevivió. Era un hombre extraño, a simple vista parecía un Arad, pero tenía alas, unas alas extrañas, comprendimos que era un hombre perteneciente a los Tarimar, los cuales eran una raza muy pacifica; esto nos sorprendió mucho, verlos involucrados en una batalla así; una batalla que parecía no corresponderle, pues es la primera vez que veo a un Tarimar así, es decir, he oído por mi maestro como lucen, de apariencia frágil, con un aspecto similar al nuestro, orgullosos y de gran conocimiento, de volar, con sus grandes y hermosas alas, y este era, como decirlo, un poco extraño, con unas alas de tonalidad oscura, parecían negras, pero deterioradas, parecía alguien de alta estatura, tenía un cabello oscuro, de un rojo muy oscuro, parecía negro pero al detallarlo puedes notar su ligero tono rojo, su piel es de un tono medio, no era muy clara, tampoco muy oscura, siempre visten esas ropas extrañas, un pantalón con grandes túnicas, quizás camisas grandes más bien, ropa holgada, con una extraña simbología, acompañado de unos ornamentos y piezas que parecía armaduras, aunque dudo que pudieran protegerlos de algo; sus heridas eran graves, no había que ser un experto, para saber que llegamos en el momento indicado por su destino, su vida estaba llegando al final, fue completa suerte que le hubiéramos encontrado, debíamos ayudarlo, o eso creía. Debíamos ver su presente y pasado, saber que lo trajo acá y que sucedió, pero en estas condiciones era imposible; tratamos de ayudarle, pero sus heridas eran muy graves, esto no era adecuado, tampoco podíamos debatirlo, curarlo completamente en este lugar era imposible, debíamos trasladarlo, tratarlo de manera momentánea y llevarlo a un lugar seguro para curar por completo su cuerpo, no podíamos perder más tiempo, él podía ser el único con las respuestas a nuestras preguntas; utilizar el Ojo del dios podría matarlo, si este hombre no era curado, durante el proceso de inspección y de la utilización del Ojo del dios podía morir, no podíamos permitirnos algo así, era primordial saber que sucedió, sin importar si llevábamos a un extraño a nuestro hogar; debíamos volver a Asthamir.
Desde que volví a casa he tenido una extraña sensación, no podría decir si es respecto a aquel hombre o simplemente es una sensación de intranquilidad, en ocasiones debido a nuestra habilidad para conocer los destinos de los demás, tenemos sensaciones que comúnmente son parte de la empatía por ser al cual estamos viendo, como sí compartiéramos las sensaciones físicas y emocionales, un tipo de enlace con alguien, quizá comparto eso con ese hombre; en casa mi maestro me aconsejo alejarme de este asunto pues el sentir nubla el buen juicio, aunque me calma saber que mi maestro está conmigo; decidí dormir y esperar a que se tomara la decisión.
- Maestro Jaure, crees que sea lo correcto. Es decir, ¿Estamos en la capacidad de decidir sobre la vida de aquel ser? Somos protectores de la vida, no me siento bien sabiendo que el gran sabio esta siendo juez en esto.
- Myalh, no somos quien para decidir si este hombre debe vivir; pero las circunstancias actuales pusieron en tela de juicio su valor, ¿En que aspecto? Te preguntaras, pues aquel hombre fue encontrado en un campo de batalla, en el cual muchos de nuestros compañeros perdieron la vida; entonces es aquí cuando debemos tomar la decisión respecto a si alguien que posiblemente fue participe de una batalla en la cual nuestra gente se vio afectada, comprendes.
Aunque no me sentía bien al respecto el consejo del sabio debía debatir, ¿Qué debíamos hacer con él? creía que a pesar de ser un enemigo debíamos ayudarlo, está en nuestra naturaleza, debíamos hacer algo, y tenía un presentimiento respecto a este hombre, a pesar de todo, debíamos ayudarlo; a pesar de todo se decidió que no debíamos ayudarlo, debería ser asesinado, aun en contra de nuestros ideales este hombre debía morir, por no ser uno de los nuestros. Aun me pregunto qué decisión tomaron; después del debate mi maestro me informo que no se logró protegerla vida del hombre, era imposible, no podríamos saber si el traerlo era una trampa, el consejo no quería arriesgar más vidas de las que se perdieron en esa batalla.
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