[ZAID]
En un principio creí que Jhin me llevaría a la oficina del sub director, para que este me diera una suspensión, o tal vez pensaba que me llevaría a una charla con el consejero de la universidad, sin embargo, él se limitó a seguir andando hasta que nos detuvimos en la desolada enfermería del edificio más alejado de todo el campus, ese lugar que rara vez alguien visitaba dado que era demasiado tenebroso a decir verdad, más que todo por su violenta enfermera, que si mal no recordaba, era un caos a la hora de tratar con los pacientes, y eso a nadie le gustaba en lo más mínimo.
Las personas a nuestro alrededor, me observaban estupefactos y algunos se cuchicheaban los chismes que debían de estar apareciendo con anterioridad en el blog oficial de la escuela donde posteaban más cosas irrelevantes para morbo masivo que noticias que sinceramente valiesen la pena. Con todas mis fuerzas intente que el llamar tanto la atención no me perturbara, no obstante estar en boca de todos y sentir sus ojos tras mi espalda no era algo que me agradase demasiado, ser popular por este tipo de cosas caóticas no era algo de lo que enorgullecerme, sin embargo lo único que me mantenía satisfecho era haber molido a golpes al imbécil de Haru Reed.
Jhin abrió la puerta del recinto vacío con cierto enojo corriendo por su cuerpo, no obstante no le di mucha importancia al hecho de que estuviera tan ofuscado y que ni siquiera se molestase en decirme algo, a fin de cuentas lo que había hecho, tanto los golpes recibidos como los dados, Haru se los merecía sin lugar a dudas, y en parte aquella batalla insulsa, me habían ayudado a aclarar mis absurdos pensamientos, me habían iluminado por completo con respecto a mi extraña relación con Jhin.
— Siéntate. — me pidió el más bajo al entrar en la diminuta estancia, en donde habían varias camillas, acompañadas de un fuerte olor a remedios que me atrofiaba los sentidos.
Con cara de pocos amigos hice caso a sus órdenes, me deje caer soltando un largo respingo sobre el borde de la primera litera que vi, y chasquee mi lengua con disgusto mientras lo observaba acercarse con una bandeja de metal entre sus manos que contenía algodones, y lo que parecían fármacos para tratar las heridas.
— ¿Por qué me trajiste aquí? — inquirí arqueando una de mis cejas con disgusto, al notar como embadurnaba el algodón con un espeso líquido.
— Estas herido. — contestó secamente antes de comenzar a dar suaves toques en los lugares donde estaban mis casi imperceptibles lesiones, podía sentir su dulce aliento invadir mis fosas nasales atontándome sobre manera, y la forma en que me miraba fijamente cada moretón me estremecía, su rostro estaba demasiado cerca al mío, pero aun cuando los deseos fervientes de besarlo se apoderaban de mí, fue muchísimo más grande mi racionalidad; la cual me indico que debía quedarme estático en mi sitio, para no cometer otro grave error con Jhin.
— Lo estoy, pero no tanto como el estúpido hijo del director. — bufe desviando mis ojos en otro dirección, bastante incomodo con su alarmante proximidad.
— No creas que te has salvado completamente de esta, apenas acabe contigo tendrás que escribir una reflexión de 10.000 palabras sobre la estupidez que acabas de hacer, así mismo Haru tendrá una charla con el consejero más tarde sobre este asunto, por ende, no tienes que preocuparte en absoluto más que por recapacitar.
— Sigue soñando sobre ello, el que debería escribir una reflexión es ese retrasado, el que debería de aprender un poco de respeto y transigencia es ese subnormal…— refunfuñe con el ceño fruncido, sin embargo tuve que callar mis quejas cuando un dolor punzante se apodero de la comisura de mi labios donde Jhin aplicaba el antiséptico.
— ¿Te duele? — pregunto intranquilo al percibir mi expresión de dolor.
— ¿Puedes dejar de preocuparte por mí?
— Solo intento hacer lo que un padre normal haría por su hijo… — susurro un tanto avergonzado bajo mi severa mirada, y con su rostro ruborizado hasta las orejas se apartó unos centímetros dado que había terminado con su labor.
— No soy tu hijo, ni tampoco lo seré así te cases mil veces con Eve.
— Zaid…
— Escúchame bien Jhin, para mis ojos tu jamás serás nada más que un juguete, no cuando te he follado, y mis pensamientos sobre ti jamás cambiaran no importa que hagas, por ello, antes de que te enamores de mí, ¿Por qué simplemente no desistes con las ideas ridículas que tienes de jugar a la casita feliz?
— ¿Cómo puedes imaginar que me enamoraría de ti? — farfullo estupefacto con lo que salía de mis labios.
— Vamos, Jhin… — me carcajeé divertido con su rostro bañado en el asombro. — No existe persona sobre la tierra que no esté interesada en mí, y ninguno de mis juguetes se resiste a enamorarse de mí, todos sin falta alguna terminan cayendo por mí.
— Tienes demasiada fe en ti mismo, además no soy tu juguete, Zaid. — cuchicheo entre dientes bastante disgustado con lo que escuchaba de mi parte, para acto seguido dedicarme una sonrisa falsa, cargada de un odio y asco rotundo que solo me hizo aún más gracia.
— Solo te digo la verdad de las cosas, es así de sencillo, Jhin. O ¿te vas antes de enamorarte de mí? O ¿te vas después de enamorarte de mí y que todo sea aún más difícil para tu corazón? — murmure con mis brazos cruzados frente a mi pecho, y una sonrisa sínica de oreja a oreja que aquel hombre de cabellos cobrizos solo deseaba borrar de mi cara con un puñetazo. — O ¿prefieres que te saque a la fuerza de mi familia?
— ¿Estas amenazándome?
— Te estoy advirtiendo. — le corregí de inmediato fingiendo la mayor inocencia que podía. — Solo busco tu felicidad, y créeme, tarde que temprano hare que te enamores de mí, y cuando eso suceda no hay vuelta atrás Jhin, no podrás escapar de mí, no hasta que yo decida que puedes marcharte.
— No soy tu propiedad, y nunca lo seré.
— Si mal no recuerdo, dijiste aquella noche que tú me pertenecías si te follaba, así que no dudare ni un segundo en seguir al pie de la letra tus palabras, por lo tanto, lárgate de una buena vez, o te obligo a irte de nuestras vidas a las malas, y la verdad, no deseo verte llorando desconsoladamente cuando te enamores de mí. — dije con un aire de superioridad que no podía ocultar, aquel hombre era tan patético ahora, se veía a kilómetros de distancia el terror corriendo por sus venas, y estaba convencido de que pronto terminaría sucumbiendo ante mí. — Entonces dime, ¿Qué eliges, Jhin?
— No me voy a ir, hagas lo que hagas, digas lo que digas, yo me casare con Eve. — sentencio con firmeza, obligándome a desterrar cualquier rastro de felicidad de mi semblante, definitivamente Jhin no daría su brazo a torcer tan fácilmente, después de todo era una persona demasiado terca y obstinada.
— Decisión equivocada, Jhin Asher. — escupí con irritación, antes de empezar a andar lejos de su vista, dispuesto a salir de esa habitación que con cada paso de los segundos me parecía más sofocante, no obstante detuve mis pasos para mascullar sin siquiera molestarme en mirarlo: — Y la carta de reflexión, que la haga el tarado de Haru Reed, ya que es quien urgentemente necesita aprender sobre tolerancia, es un maldito homofóbico de mierda.
— Esa maldita carta la quiero en mi oficina antes de que se acaben las clases, Zaid. — gruño con un recelo inigualable, definitivamente no existía manera de que alguna día él y yo pudiésemos llevarnos bien, en cuanto más se acerase la fecha de la boda más complicada se volvería nuestra relación, y no tenía que ser un adivino para descubrir aquello.
Resople fastidiado con su inquebrantable exigencia, y sin los más mínimos ánimos de seguir viéndole la cara o escuchándolo partí en dirección a la biblioteca con las intenciones de hacer lo que me solicitaba, ya que desafortunadamente no tenía clases hasta más tarde.
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