El viento acariciaba las mejillas de Mateo aquella noche estrellada bajo la luz de la luna. Sus cabellos rayos de sol danzaban al ritmo de sus movimientos delicados en aquel baile de ballet junto a las jovencillas del reino que jugaban con él. Príncipe del lago de los cisnes, único omega masculino entre las féminas, ese era él.
El reino al cual él pertenecía quedaba en las profundidades del bosque encantado, alejado de la civilización humana. Él jamás conoció a otro hombre y vivió desde pequeño bajo la protección de la reina de dicho lago, cuyo nombre era Dinorah. Desconocía quién era su verdadera madre, sólo sabía que aquella mujer lo había nombrado príncipe heredero y debía prepararse para cuidar de sus hermanas cisnes de la oscuridad de la magia del bosque.
Algo que tampoco era de conocimiento del joven, era el propósito de todas las doncellas de su reino. Ellas debían cuidar que Mateo jamás fuese marcado por un alfa con malas intenciones. De hecho, tenían un prometido para el que creían que era su destino. ¿Por qué? Porque el oráculo no fue claro.
El omega no podía caer bajo el amor equivocado, ya que guardaba un don muy particular y un hechizo muy difícil de romper. Solo sus mayores sabían de dicho don, puesto que él era muy inocente para descubrirlo por sí mismo.
Los cisnes del reino tenían el don de crear cuarzos y piedras preciosas. Mateo era el único que podía crear oro puro, por ello, era importante mantener su castidad y que ningún humano se entere de su existencia.
Pero la leyenda del cisne de oro corría en las bocas del reino humano, donde se rumoreaba que existía un omega masculino que guardaba tanta riqueza que podría levantar su propio reino y destronar el actual. Solo era eso, rumores y fantasías. Historias que corrían de boca a boca sin ningún fundamento.
El príncipe alfa del reino humano, Derek, quien era muy hermoso y agraciado, era uno de los caballeros más cultos y estaba cautivado por dicha leyenda. Podía pasar tardes enteras leyendo libros al respecto, deseando algún día encontrar aquel famoso bosque encantado donde la riqueza abunda y ningún ser le da el valor que merece. Él deseaba aventurar y encontrarse así mismo, pero las obligaciones del reino lo ataban de manos a pies.
En el jardín del palacio se prepara la fiesta de cumpleaños del joven heredero; todos están muy animados por ello. Aún faltaban cinco noches para dicha festividad, pero en ellas recibirán invitados especiales de la corte y miembros de la realeza extranjera. El príncipe veía desinteresado cómo todos eran meticulosos con los detalles, hasta que entonces la reina interrumpe la tarde junto a sus damas de honor.
—Principe Derek… —habló la mujer intentando llamar la atención de su hijo, quien vivía en las nubes. Todos los empleados se inclinaban ante la soberana. Sus damas reían y cuchicheaban al ver al bello príncipe de cerca, pues todas ellas eran omegas. —¡Derek!
—Oh, madre, lo siento… no te escuché llegar… —las damas rieron aún más cautivadas por el alfa. La reina suspiró frustrada, pues notaba que su hijo siquiera las miraba.
—Derek, pronto será tu cumpleaños número veintiuno, ¿ya sabes con quién vas a casarte?
—Eh… no, madre, dame tiempo…
—Tiempo, tiempo, todo lo que me pides es tiempo y es lo único que no tienes. Con el rey, tu padre, hemos sido pacientes contigo porque has dicho que querías enamorarte pero no te vemos siquiera teniendo una cita con ningún omega del reino.
—Yo… pero madre…
—No, no más excusas, joven príncipe, no falta mucho para que seas rey y necesitas un omega con quien tener hijos. Tu padre y yo queremos convivir con nietos.
—Pero yo no sé si quiero eso para mí…
—No digas más, ese es tu deber, muchacho . Durante el baile que se dará dentro de cinco noches en honor a tu cumpleaños, deberás elegir entre las hermosas omegas de la comarca para que sea tu esposa. Si no lo haces, tu padre y yo escogeremos una para ti y tú no deseas eso.
—¿Cómo voy a enamorarme en cinco noches? —se quejó el joven príncipe.
—No lo sé, pero encuentra el amor pronto o nosotros lo haremos por ti.
Luego de aquella conversación con su madre, el príncipe Derek quedó desconsolado. No deseaba casarse sin amor como su hermana Leah. Aunque ahora ella era muy feliz con su esposo, al inicio la vio sufrir. Esperaba cambiar esa parte de la historia, pero nada estaba saliendo como él quería.
Sebastian, su noble caballero de compañía, al ver la tristeza en la mirada del joven príncipe, se acercó con intenciones de animarlo.
—Mañana por la mañana, hagamos una partida de caza al bosque, nuestro príncipe necesita entretenerse. —propuso en voz alta, teniendo la rápida aprobación de todos los alfas que estaban presentes. Al príncipe Derek no le quedó más opción que aceptar. Sebastian siempre fue su amigo y sabía que solo buscaba hacer lo mejor para él.
—A primera hora, partamos juntos… —respondió Derek con una sonrisa, invitando a todos a tomar unas bebidas, intentando ahogar todas sus preocupaciones en ella.
No sabía cómo enamorarse.
No estaba seguro de si estaba listo para ello.
Volviendo a la noche divertida de Mateo, él bailó hasta que sus zapatillas se desgastaron y las jovencillas le rogaron que regresara al palacio para que no haya problemas con la reina Dinorah. El joven cisne corrió hasta el palacio, escabulléndose para que nadie pudiera notar que había escapado esa noche para bailar con las jóvenes de cuarzo inmaduro.
—Amadís… Amadís…—murmuró al ingresar a su habitación esperando encontrar a su amiga y su dama de compañía.
—Su alteza real, dios mío, por fin ha llegado… has tardado más de lo habitual.
—Ama… te he dicho mil veces que me llames por mi nombre. —suspiro, soltando una suave risa mientras recibía ayuda de la joven para poder colocarse el pijama.
—Lo sé, lo siento, Matty… es que cuando está la reina… —murmuraba ella observando los zapatos de baile del omega. —Dios mío, eres un cisne que destroza zapatos.
—Lo siento, es que me estaba divirtiendo mucho con las jóvenes cisnes… hasta me duelen los pies.
—Espero que la reina nunca te descubra o cortara mi cabeza por encubrir al príncipe travieso.
—Madre, nunca haría eso…
—Cierto, ella es la luz de este bosque oscuro… —Amadis se sentó en la inmensa cama del príncipe, ayudando a peinar su cabello antes de acostarse para finalmente descansar. —¿Y aún no conociste a nadie especial?
—No, a nadie… —murmuró el omega siendo arropado por la joven. —Y dudo conocer a un alfa si mi madre me sigue encerrando en el palacio.
—Lo sé, no sé cuál será el plan de nuestra reina para romper el hechizo de nuestras jóvenes cisnes, pero estoy casi segura de que lo resolverá… además, ya casi será tu ritual de madurez, debe estar aterrada por el hechicero.
—El rey…
—Ese mismo, pero no lo nombres mucho o te ataca en sueños… —se burló la joven del pequeño omega dándole un beso en su frente para así dejarlo descansar solo en sus aposentos.
A la mañana siguiente, la reina del lago de los cisnes sintió la presencia de aquellos humanos adentrándose en el bosque. No estaba preocupada porque había una barrera invisible que ocultaba su mundo de ellos para que no dañen su mágico hogar. Sin embargo, al notar que el joven heredero del reino humano estaba allí, decidió abrir una grieta para dejarlo pasar. Él era el indicado. Él era ese alfa que Mateo necesitaba para romper el hechizo. Dinorah siempre planeó esposar al omega con el príncipe del reino humano porque sabía que era un hombre de corazón amable. Pero por sobretodo, el oráculo predijo que el amor de Mateo los salvaría de la magia del rey hechicero.
Mateo normalmente permanecía dentro del palacio, a menos que su madre, la reina, diera permiso para que de un paseo bajo la supervisión de sus mejores guerreras. Ese iba a ser uno de esos días, donde le concedería al omega la posibilidad de pasear por el lago de los cisnes y así su plan de cupido diera sus frutos. Necesitaba que el omega experimente el amor antes de su ritual de madurez o lo condenaría al peor de sus destinos. Sabía que en parte ella también era responsable de la carga del joven cisne de oro.
En la orilla del lago, Mateo juega animado con los cisnes acariciando sus blancas plumas y corriendo de un lado a otro mientras ellas lo siguen a él volando sobre su cabeza. Él sabía que ellas recibieron dicha maldición por culpa de su nacimiento. Las jovencillas con quienes comparte sus noches de baile son las mismas que durante el día son cisnes, excepto entre la media noche y el amanecer, donde pueden recuperar su forma humana gracias al contrahechizo de la reina. No sabía mucho los detalles, pero desde pequeño se le dijo que el rey hechicero, al cual nunca pudo ver, le quiere hacer daño y que debe tener cuidado al conocer un alfa masculino porque podría ser secuestrado.
Derek se adentra con su arma de caza muy cerca de donde se encontraba jugando Mateo, entonces fue en ese momento en el que ve por primera vez el joven más hermoso que jamás haya podido ver en su vida. De lejos podía notar que era un omega masculino, la delicadeza y la gracia en sus movimientos. Ese sutil perfume de sus feromonas que rozaron sus narices. Se veía tan puro y pulcro que Derek podría jurar que era un cisne y hombre al mismo tiempo.
Se acercó con cuidado con temor de que el muchacho huyera de él, y así como predijo, Mateo, al hacer contacto visual con el primer hombre alfa que vio en su vida, intentó huir inmediatamente. El corazón del omega bombeaba alborotado por el susto, los cisnes intentaron apartar al humano.
—¡Espera! ¡Por favor, no te vayas! —exclamó Derek desesperado, dejando caer su arma de caza mientras intentaba apartar a las aves para poder llegar al omega. —¡Me he perdido!
Entonces Mateo se detuvo y volvió a verlo con total desconfianza. Ambos fueron lentos con sus movimientos, pero poco a poco se acercaron lo suficiente como para poder verse de cerca. Derek era más alto que Mateo, y el pequeño cisne pudo apreciar de cerca la belleza inigualable del príncipe humano. Derek perfumó el aire que los rodeaba con sus feromonas, curioso por el cisne, que al sentirlo respiró profundo, sintiéndose a salvo. No podía percibir peligro en Derek.
—¿Quién eres? —murmuró Derek perdiéndose en la mirada filosa de Mateo.
—No necesitas saber eso…
—Así que hablas… —dijo aún más interesado.
—No deberías estar aquí… —suspiró Mateo dando un par de pasos hacia atrás. —Te ayudaré a salir de aquí.
—No me tengas miedo, ¿no sabes quién soy?
—¿Acaso debería saberlo? —cuestionó el mayor de los dos con más desconfianza, porque aunque Mateo se veía más joven, él era mayor que el príncipe humano, puesto que brillaba bajo la luz de sus veintidós años.
—No, no, solo lo digo porque me tratas como si fuera alguien malo. —El príncipe se hizo el tonto tras notar que el omega desconocía su posición en la realeza.
—Pues no te conozco, eres un desconocido para mí. — Derek caminaba a dos pasos detrás de Mateo. Su corazón latía enloquecido tras su primer amor a primera vista. Él podía sentir ese clic sin saber demasiado sobre el chico, solo deseaba ser su esposo.
—¿Y no te gustaría conocerme?
—No. —respondió el joven con frialdad, aunque en realidad sentía mucha curiosidad por el alfa. Pero no sabía si era el hechicero o si era alguien inocente que podría estar en peligro por su culpa.
—Me llamo Derek. —dijo sin hacerle caso al omega.
—Te dije que no…
—No tengas miedo, no soy alguien malvado y si pasa algo, puedo protegerte. —Fue entonces cuando logró llamar la atención de Mateo, tras mencionar la protección que él tanto anhelaba.
—Me llamo Mateo, y necesito que te marches porque puede pasarte algo realmente malo aquí.
—Pero… si tan peligroso es… ¿por qué te quedas aquí?
—No puedo irme. —confesó el omega, dudando nuevamente del alto. —Promete que si te digo te iras…
—Está bien… me iré…
—Este es el bosque encantado, el rey de aquí es muy peligroso, es un hechicero muy poderoso. No puedo irme porque él me ha hechizado cuando era un bebé… como soy el príncipe del lago de los cisnes, hechizo a mis hermanas, quienes durante el día se transforman en cisnes, y a mí, que se supone que tengo un don especial, no sé cuál es, pero a mí me condeno a la soledad eterna. No puedo ser marcado a menos que un alfa valiente y leal quiera casarse conmigo y…
—Ven al palacio dentro de cuatro noches… —se apresuró a decir Derek sin terminar de escuchar el relato del omega. —Yo soy el príncipe del reino que está cruzando al otro lado del río. Mis padres me ordenaron escoger omega. Si tú vas, te prometo que me casaré contigo.
—Pero no me cono…
—No importa, vendré por ti todos los días, me conocerás. Puedo ayudarte a romper el hechizo y haré que me ames. —mencionó el príncipe, emocionado por la idea de tener al pequeño cisne bajo su amor. Sabía que no se conocían, pero desde que miró sus ojos, él lo supo, lo sintió, y sabía que podía hacerlo real.
Una música adorable comenzó a oírse cerca de ellos. Eran doncellas del palacio de cuarzo maduro, quienes, sentadas sobre árboles, tocaban sus instrumentos en honor al amor y la naturaleza. El príncipe humano no hizo preguntas, todo allí era extraño y mágico, pero así aprovechó el momento para pedir la mano de Mateo para bailar dicha pieza.
—Me concedes este baile, príncipe Mateo…
El joven omega se sonrojó ante el atrevimiento del muchacho, pero algo que él amaba con todo su corazón era la música y la danza. Así que se quitó sus zapatos que no daban con la ocasión, y tomó la mano del alfa para bailar al ritmo de la música clásica de las flautas y violines.
Sus movimientos dulces y delicados capturaban el corazón de Derek, quien veía a un hada flotar cada vez que Mateo daba sus giros moviendo sus brazos al ritmo del viento. Nunca vio a alguien igual, y con cada segundo que compartían estaba más seguro de sus sentimientos hacia el omega. Sabía que si se lo pedía, podría bajarle incluso la luna.
La mañana corrió sus trotes, y al llegar la tarde un aura oscura los envolvió. Mateo lo supo, era hora de separarse del joven humano. Aunque no podía verlo, ese escalofrío en su espalda le advertía que el rey hechicero no estaba contento. Así que le suplico a Derek que regrese a su hogar, despidiéndose con un fuerte abrazo para así volver corriendo hacia el lago de los cisnes.
Sentía mucho frío, nunca se había perdido en su propio hogar, pero por algún motivo no podía encontrar su punto de partida. Esta vez estaba solo, sus guardianas estaban en el lago mientras él deambulaba con el desconocido humano. Pero ahora que se había despedido de él, tenía miedo, nunca había sentido tanto frío en su vida.
Fue entonces cuando vio al hombre reposando sobre uno de los árboles que adornaban el bosque. Era alto y de cabello oscuro como la noche. Su aura era oscura pero atrayente, incluso las ligeras feromonas que desprende de lejos eran tan agradables para su cuerpo que lo hacía tiritar.
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