Ahí estás, mirándome desde el espejo, tan lejos como siempre. Me despido de ti con un beso lanzado al aire, rezándole a un dios en el que no creo, por poder sentir tu piel algún día. Sé que tú también te despides de mí con una sonrisa, esperando vernos en el espejo en el que quedamos todos los días desde que empezaron las clases. Salgo hacia el instituto, murmurando la lección de ayer y esperando que el bus no llegue demasiado tarde, para volver a ver tus facciones antes de que suene la primera sirena.
Nos llevan de excursión a ver las universidades, la que más cerca queda de nuestro centro y la que la mayoría de los alumnos han elegido. Voy a los aseos en el primer momento que nos dejan cinco minutos de libertad. Lo único que me lleva allí es ver si tienen espejos, y veo que tú piensas lo mismo que yo. Te veo ahí, al otro lado y suspiro de alivio, creía que no iba a poder verte hasta llegar a casa y que quedases tan decepcionado que no ibas a querer volver a verme.
Mirando casas lo primero que pienso es que tengan buenas paredes para poner enormes espejos que me permitan ver cómo te mueves con gracia. Tengo claro que los tengo que encargar, que cubran casi toda la pared. Hoy he visto un apartamento en el centro que lo más probable es que a ti también te haya encantado, cuando vuelva a casa de mis padres será lo primero que te pregunte. Estoy emocionado. Nuestra casa, solo para nosotros dos. Al llegar a casa papá y mamá me interceptan antes de que pueda ir a saludarte. Me dicen que tengo un problema, que tengo que acompañarlos al psicólogo y que tú realmente no existes.
En un principio no puedo creer lo que me están contando, tú existes y eres tan real como ellos y como yo. La diferencia es que estás detrás de ese maldito cristal que me hace imposible tocarte, abrazarte y besarte. Dicen que han cogido cita con un médico que me va a ayudar. Apenas si me dejan verte para contarte todo lo sucedido. Al poco tiempo entran en mi habitación y me quitan lo más preciado, mi forma de comunicarme contigo. Tapan también el de los baños, dejando esta casa sin nada que refleje otras realidades.
Me ponen delante un espejo, dicen que para ver si el tratamiento ha tenido avances. Tú ya no estás, soy yo, con mis ojeras, mis granos y mi ceja partida. Y no puedo hacer otra cosa que echarme a llorar. Por no verte, por no poder ayudarte si te ha pasado algo, por no saber por qué no estás ahí, al otro lado, para darme la bienvenida después de tanto tiempo separados. Y por primera vez en mucho tiempo, veo que no soy nada, nadie, y que mi vida no tiene sentido.
Comments (1)
See all