Parte 2. Consumidos en dualidad.
El bien y el mal, ¿Hasta dónde es posible diferenciar entre estas dos posturas reducidas de la realidad? Hay quienes quieren hacernos creer que todo se basa en la eterna disputa entre lo santificado y lo espantosamente abominable, como si del blanco y el negro se tratase. Pero he visto y comprobado que el mundo se parece más bien, a una amalgama de diferentes colores, con tonalidades en esos colores que van desde el oscuro ecléctico al brillante y resplandeciente, sin indicar, claro está, que por ser oscuro es malo.
-¿Quién eres?
No se asuste prior, solo soy un mensajero, forjado en una serie de eventos que me han traído hasta aquí por una imperativa necesidad: el derecho de vivir en paz. Así que voy a contarte una historia, que aún se encuentra en pleno desarrollo. Sus sucesos están íntimamente ligados a lo que pueda ocurrir en cuanto esos portones se abran, porque en mi infinita inocencia, aspiraré a que sean ustedes mismos quienes las abran.
*Gran Prior Arthur Greyskies.
No puedo desestimar que puedan tomar otra decisión aunque me gustaría acabar pronto con esta guerra, porque ustedes y yo desde que nacimos hemos estado envueltos en ella. Y si no hacemos nada, seguiremos quemando vidas enteras en pro de la destrucción.
-¿Estáis desvariando? Eso es una herejía. ¿Nos pides untarnos de vuestra iniquidad para vivir?
Para nada, hermanito. En esta Gran isla del sur, que para efectos prácticos es llamada GRANHEIM ocurrió, no hace más de un año, más exactamente en el año 1218 de su calendario potentado, algo extraordinario. Nosotros nos alzábamos sobre las cumbres de las altas montañas del Atrium. Mis tropas atravesaban esas cordilleras ubicadas en el centro de la Gran Isla del Sur. Íbamos dirigidos por mi maestro Manuhell Baldovo, el comandante de los ejércitos del Dragón Rojo.
-¡Hereje!- Gritaron todos en el recinto con excepción del Gran Prior.
-Silencio, hermanos.- Asestó el Gran Prior, Arthur Greyskies, hombre de solemne mirada.
Sin duda, Gran Prior. Entre la nieve de las cumbres borrascosas, del año 1218 de su señor, nos encontrábamos a punto de ser derrotados por el príncipe Tyran Allianze, conocido entonces como el Imbatible azote de Dios. El grueso de nuestras tropas había caído en la refriega. Mi comandante, Manuhell Baldovo me tomó del brazo y escondió bajo una inmensa capa de hielo antes de un bombardeo celestial.
Allí, quedamos atrapados cuando la losa de hielo se rodó. Intentamos salir, pero no pudimos hacer mover aquella cascara de hielo. Así que mientras algo pasaba, Manuhell me refirió la historia que vengo a contarte...
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