Al salir de la cantina, Miura se encontraba una vez más, sola en su camino, aunque esta soledad iba a ser temporal hasta que pudiera volver en la noche, ella decidió aprovechar el tiempo en tomar un descanso. Vagó por las calles durante un rato, distanciándose a sí misma de las personas que inundaban la vía en busca de clientes para sus coloridos comercios, hasta que llego a una modesta fuente de piedra en el medio de una plaza, donde uso los asientos que la rodeaban para reposar hasta que ella lo viera prudente. Miura encontró relajante el sonido del agua saliendo de la piedra tallada en forma de peces que adornaba la edificación y se preguntó si el diseño tenía que ver con la pesca de la ciudad o solo fue para darle sentido al líquido que salía constantemente, pero no le dio importancia. Puso su espada en su regazo, colocando ambas manos sobre ella, luego de guindar su escudo en la espalda y acomodar su gran objeto envuelto en tela en el piso, sujeto entre sus piernas.
«Si alguien me ataca estaré lista», Pensó ella. «Si vienen frente a mí, solo desenvainare mi espada rápido. Si no me da tiempo, solo los embestiré con el peso de mi armadura y luego atacare. Con la fuente en mi espalda no pueden sorprenderme desde atrás, pero si son más de uno no me harán daño con el escudo ahí. Hay espacio debajo de esta banqueta, empujare el relicario allí con mi pierna hasta hacer algo de distancia, así no se le podrán acercar tan fácil. Esto era lo que ella repetía en su cabeza, aun con los ojos cerrados lo único que buscaba era una forma de defenderse en caso de que lo peor pasara. El ruido de la gente a su alrededor era algo que su entrenamiento no le permitía ignorar con facilidad.
La noche se acercaba cada vez más y con ella, músicos aparecieron en las calles, evocando ritmos extraños que cubrieron el ambiente. Miura veía como estos joviales intérpretes rodeaban la plaza, contagiando a las personas en ella con alegría mientras las lámparas de las calles eran encendidas. La gente a su alrededor comenzó a bailar con energía en lo que, para la guerrera, podría ser un festival extraño en la que ella termino apareciendo, pero para ellos, esto no era más distinto que cualquier día de cualquier semana. Más gente se acercó a la plaza, llevando decoraciones para acompañar con la espontanea ocasión que surgió y mientras todos se unían al canto bajo la luz de las estrellas, dentro de Miura comenzaba a sonar una canción distinta marcada por el paso de sus instintos reaccionando. Tras repetirse tantas veces la forma en la que podría defenderse si algo pasaba, esto cambió a medida que las personas se aglomeraban cerca de ella, limitando sus opciones al bloquear sus salidas entre danzas y risas. La música dejo de sonar dentro de su cabeza, se había convertido en un ritmo incisivo que atravesaba su cráneo tras cada nota mientras los exóticos olores de los perfumes que la rodeaban comenzaban a apestar a muerte.
Entre las personas presentes, muchos lograban ver a la guerrera resaltando entre la multitud, mientras gozaban de la noche que el cielo de Roman les había otorgado, agradeciendo al son de las flautas y citaras, como una serenata, pero ella no se movía. «Publico difícil» pensó uno de ellos, mientras se le acercaba con sus compañeros, al ritmo de sus propios instrumentos en una marcha jovial. Manejar al público es algo que ellos hacen todos los días, por lo que esta mujer no era la excepción.
Los pasos de baile de cada persona se escuchaban como golpes de un tambor a sus oídos, las sombras de sus movimientos nublaban su vista en la noche. Estaba en desventaja por el terreno, o al menos ella pensó de esa forma mientras se culpaba por haberse relajado tan fácil y no haber explorado un poco más la ciudad. Personas de la banda parecían acercarse a ella, mientras se mantenía inmóvil en la banqueta, reduciendo cada espacio posible de apertura para un ataque como una tortuga encerrándose en su caparazón. Risas se escuchaban en el fondo al igual que niños gritando al pasar, los instintos de Miura solo reaccionaban como un animal agresivo que no enseña los colmillos hasta que es muy tarde.
-¡Ven con nosotros, únete forastera!- Dijo uno de los miembros de la banda, rompiendo el hielo mientras sostenía su citara.
-Déjame sola.- Respondió ella.
-No hay razón para ser tímida, aquí en Ormos hacemos esta clase de festejos una o dos veces por semana para avivar el espíritu. Creo que necesitas tu propia canción, señorita de pelos dorados.- Dijo el músico mientras llamaba a algunos de sus compañeros para tocarle una canción a Miura, allí donde estaba.
En este punto ella apenas podía controlarse, mientras veía a los otros miembros de la banda acercarse a su alrededor, dejándole casi ninguna apertura para escapar. « ¿Qué están intentando? » Pensó ella. « ¿Intentan emboscarme usando a la gente como distracción? ¿Habrán visto el relicario? Tienen que haberlo visto» O al menos eso era lo que ella se repetía. Su pensamiento se nublaba cada vez más a medida que las sombras de las personas la rodeaban para atestiguar la canción dedicada hacia ella, el ruido no la dejaba pensar bien y le costaba respirar. Habían niños llorando en el fondo y las lámparas se agitaban con el viento cegándola por momentos, mientras la música sonaba cada vez más fuerte.
-¡Vamos! Todos quieren que te nos unas a bailar, no te preocupes tanto. Te damos la bienvenida al más puro estilo Ormos.- Dijo el músico, mientras se acercó más que ningún otro a Miura, tomándola del brazo para intentar levantarla. Todos a su alrededor le gritaban para que se uniera, como consecuencia de haber puesto la atención en ella.
La noche estaba ahogada en júbilo, pero tras tocar a Miura, algo sucedió en su cabeza, toda la tormenta de angustia que la atacaba repentinamente quedo en silencio mientras era levantada. Tras ese instante, quien era el músico en ese momento experimento una clase de temor que no había sentido antes, mientras lo que parecía ser una bestia emergiendo de la nada se acercaba hacia él, con ansias de acabar su vida y justo en ese momento, la música paro.
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