Era de mañana, Kiki había madrugado y preparado unas deliciosas crepas saladas que había guardado en conos decorados, dentro de una bolsa de celofán con moño y una nota que decía: “Para el mejor amigo del mundo, de Kiki”. El aroma había despertado al par de grandotes, quienes bajaban a la cocina siendo seducidos por el aroma.
—Buenos días—canturreó de ver a los dos, sin sorprenderse mucho.
Kiki acostumbraba a ver a Clare en su casa, pues al ser el único amigo de su hermano, lo invitaba a beber, comer y a veces a dormir cuando se hacía muy tarde; era como su segundo hermano mayor.
— ¿Qué es esto?—Achicó la mirada Grimm algo desconcertado y aun adormilado.
—Es el inicio de mi operación: Haz que el niño de las botas negras, preciosas, divinas, hermosas sea tu súper ultra mega súper mejor amigo—chilló emocionada como cabra, remarcando cada palabra con su mano al moverla en el aire como si formara la oración, mientras miraba hacia arriba visualizando lo que decía.
—Bueno. ¿Y cómo se llama el niño de las botas negras, preciosas, divinas, hermosas que será tú súper ultra mega súper mejor amigo?—preguntó Clare, sentándose frente a la mesa.
Kiki se quedó con la mano extendida en el aire y mirando a la nada. Su sonrisa se quedaba ahí, congelada sin saber qué decir ni cómo hacer contacto visual.
—Es una broma, ¿no?—Rió Clare incrédulo, creyendo que bromeaba pero al notar que Kiki no decía nada, quedó claro que no se trataba de un chiste—. ¿No sabes cómo se llama?— La miró un poco serio y preocupado cuando ésta no le respondió—Kiki. —le reprendió.
— ¡P-perdón!—gimoteó preocupada—. Me deslumbró tanto que olvidé preguntárselo. Pero hoy se lo preguntaré, y seremos mejores amigos para siempre—dijo decidida.
—Dejen de parlotear, y siéntense a desayunar—ordenó Grimm quien comenzaba prender la estufa.
—Ah, no te preocupes hermanito, hice crepas extras para ustedes—interrumpió Kiki de manera cariñosa, tomando la mano de su hermano para sentarlo y darle un besito en la mejilla—.Para los mejores hermanos mayores del mundo.
(…)
Kiki plantó bien sus plataformas en medio del pasillo. Miraba al frente como si pudiese visualizar su meta, estaba decidida de aparecer hasta en la sopa de Zurie para ser su amiga…no sin antes preguntarle su nombre.
Mientras tanto Zurie se encontraba en su asiento garabateando en su cuaderno, tratando de olvidar o encontrar una manera de distraerse para la llegada de la enana, sin embargo, su tortura comenzó cuando el aroma a pastel de fresa se metió por sus fosas nasales.
—Holiiii. —Sonrió Kiki, mirando fijamente a Zuri, sin parpadear…haciendo más incómoda la situación.
Zurie, se espantó, arrinconándose al ver a ese chanque.
—Creo que ayer no empezamos bien. Me llamo Kiki Blumstein, que es un apellido alemán que significa…a-ah no importa, ¿cuál es tu nombre?—Le observó haciéndole ojitos, pestañeando de manera rápida.
Zurie carraspeó muy incómodo, viendo cómo la niña le extendía las crepas.
—Zurie, y te dije que…
—No te gusta lo dulce, sí. No olvidaría algo así de mi súper mejor amigo; entonces te hice crepas saladas.
—No somos amigos…
—Aún—Le animó Kiki, pelando los dientes con una inocente ilusión. En su cabeza podía sonar la canción de: Vengaboys con “We like to party”, al mismo tiempo que en la mente de Zurie sonaba: Uno, Dos Ultraviolento, de los violadores.
El día pasó rápido para Kiki, pero leeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee-bocanada de aire mental-eeeeeeeeeeeeeeeeento, y perdonen que lo escriba tan explícitamente, pero deben saber que para un alma solitaria como Zurie, esto era una completa tortura, pues Kiki no se limitaba a sólo sentarse a su lado, ya que la pequeña se había enlistado en sus talleres y como su pareja en cada materia en lo que quedaba el resto del ciclo escolar. Y no es como si tuviera otra opción ya que nadie se peleaba por estar con él, mientras que Kiki le seguía en los pasillos, hizo que cambiaran su casillero a lado del de Zurie, le llamó en la cafetería e incluso lo siguió hasta el baño para comer junto con él cuando éste trató de huir.
Para Kiki el día se definía en un: “We like to party”, pero para Zurie era la encarnación de Psychosocial de Slipknot; llegando a un punto en que el muchacho sentía sus oídos zumbar, como cuando tienes a un mosquito que no te puedes quitar de encima; podía jurar que sufriría un crisis por la niña, sobre todo al tratar de comprender porqué ella insistía tanto en hablarle, estar con él, si ella era tan, tan, tan rosa…y él un punto negro , que aunque era alguien aplicado y responsable, tampoco es como si fuera alguien que atrajera a la gente.
Era la última clase, Zurie tamborileaba nerviosamente sobre su escritorio. Miraba fijamente el reloj sobre la pizarra, sintiendo cómo las manecillas del reloj que marcaban los segundos, iban tan lentos como su agotado corazón, ansiaba escuchar la chicharra e irse de ahí.
La campana finalmente sonó, el profesor seguía hablando, recordando las tareas que debían realizar, sin embargo, Zurie sólo se apresuraba en guardar sus cosas y levantarse para casi correr a la entrada, aceleraba sus pasos sobre el pasillo, tratando de no mirar hacia atrás; sentía que en cuanto ella sintiera su miedo, lo seguiría, y casi como si su pensamiento la invocara empezó a escuchar el: “Tap, Tap, Tap” que se convirtió en un “Taptaptaptaptaptaptap”.
—Zurie…yuhu, Zurie, te olvidas de mí—canturreó inocente, caminando rápidamente con un deje de torpeza, tratando de que sus tobillos no se doblaran.
Zurie optó por pararse de golpe, provocando que Kiki chocara con él y se cayera de sentón.
— ¡Ya déjame en paz! ¡Me tienes harto, deja de seguirme! ¡No seré tu amigo, nunca seré tu amigo, deja creer que somos amigos!—gritó fuertemente que las venas de su cuello y sien, saltaban casi vibrando, sintiéndose cómo se quedaría afónico— ¡No quiero que me hables otra vez ni te me acerques, no te me acerques!—sentenció exasperado.
La gente soltó una exclamación con verdadera sorpresa; cubrían sus bocas y veían a la pequeña sentada en el suelo. Todos, absolutamente todos, sentían sus corazones estremecerse, excepto Kiki.
—Perdedora…—bufó en son de burla, un joven de cabello negro con mechas de colores.
— ¿Estás bien?—Se acercó un muchacho de cabellos pelirrojos y mirada verde, el cual tenía un acento francés.
—Ah sí, es…nuestra primera pelea—chilló emocionada, poniéndose de pie y sacudiéndose—. Esta amistad empieza a progresar, pero debo darle un toque final…
—Atif—se presentó el muchacho, riendo por lo bajo, enternecido por la niña.
— ¿Eres nuevo?—preguntó curiosa, ladeando la cabeza—. AH, soy Kiki—se apresuró de inmediato.
— ¿Se nota mucho?—Rió apenado, tratando de disimular su acento un poco y no parecer un pez fuera del agua.
—No es eso, es que yo también soy nueva y cuando alguien no me dice: “¿Eres nueva?” Es cuando sé que la otra no es nuevo y… ¿eso tiene sentido?—dijo esperando que no fuera demasiado balbuceo.
—Creo que sí. Un gusto Kiki, vamos en el mismo salón, por cierto.— Se atrevió a decir un poco apenado y tímido.
—Uh, cierto…convivir con Zuri no me dejó convivir con nadie más—musitó pensativa, hasta que su celular le interrumpió. Sacó aquel aparato lleno de estampitas y colgantes para ver el mensaje de su hermano—.Me tengo que ir, un gusto Atif…mañana podemos estar juntos y ser el trío de mejores ultra súper mejores amigos. —Sonrió para mover su mano y despedirse.
Atif rio arqueando un poco sus cejas, suspirando aliviado que al menos en su segundo día de escuela pudo hablar finalmente con alguien.
—Hey tú, fransesucho—alzó la voz el joven de cabello de colores, quien vestía como lo que describirían: “una puta gótica”; con una camisa de red que no dejaba a la imaginación nada, donde sus pezones perforados relucían, unos jeans ajustados de falsa piel con algunas aberturas y unas botas viejas que tenían impregnada el aroma de tabaco y marihuana.
Atif se sobresaltó un poco, volteando para percatarse que aquel rostro pálido lo tenía a pocos cm de su cara. El joven le acorraló, podía apreciar más lo demacrado que estaba y cómo el maquillaje negro y viejo contorneaba sus oscuros ojos a pesar de estar algo corrido. Contuvo la respiración, podía sentir la peste de cigarros y un poco de alcohol.
—H-hola—carraspeó apegándose a los casilleros, mientras que la gente de su entorno seguía en sus cosas para no meterse en problemas.
—Hola…no te había visto del todo, es decir, no hablas mucho…apenas noté ese acento—bufó gustoso, como una hiena que encontraba un pedazo de carne jugoso.
—Ah, sí, sí—vaciló un tanto nervioso, sintiendo cómo empezaba a sudar frío—. Atif, ¿y tú eres…?—jadeó del miedo, tratando de ser amistoso.
—Altair…—El joven miraba al chico de arriba abajo, relamiendo sus labios que modelaban aquella perforación que la atravesaba—.Oye, parece que eres alguien que necesita amigos… ¿Por qué no nos volvemos amigos?
—Cl-claro. —Asintió algo animado, creyendo que tal vez sólo era alguien que no sabía relacionarse y de verdad quería ser su amigo.
—Genial, entonces…ahora como mi amigo, dame tu cartera; anda, apúrate.
Aquella pequeña ilusión se esfumó, intimidado y nervioso de cómo estaba siendo asaltado en la escuela; afirmando, a la vez que sacaba su billetera de manera torpe. Altair se la arrebató, y le sacó cada uno de sus billetes, lanzándole la cartera en el rostro para irse.
Atif quedó pasmado, se abrazó a sí mismo a su vez que se deslizaba por el casillero sin estar seguro de qué había pasado, conteniendo las ganas de llorar.
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