Durante su corta espera Robert leyó en el periódico sobre cómo iba la guerra en Europa. La llamada Afrika Korps de Rommel estaba acercándose a Libia, era posible que dentro de uno o dos días esta estuviese tomada por los Alemanes.
Por otro lado la decisión de continuar ayudando al Reino Unido por parte del congreso de Estados Unidos, a pesar de los reclamos de los Republicanos, le dejo un buen sabor de boca a Robert Golden porque eso significaba que había personas que si veían el riesgo que significaban los alemanes. Sin embargo también podía oler ciertos intereses políticos tan cambiantes como la piel de un camaleón. De momento podrían no estar interesados en gratificar a los Nazis; pero solo era cuestión de tiempo para que lo hiciesen.
En las noticias también circulaban los rumores de los llamados “Hombres Bestia” que, al parecer, atacaban a Gánsters o a familias mafiosas. Robert desechó esa noticia con una sonrisa, si querían fantasías estúpidas bien podían comprar esas historietas con imágenes de hombres con sus calzoncillos afuera que tenían súper fuerza y habilidades ridículas; pero un diario prestigioso no podía publicar como algo serio esas estupideces de los “Hombres Bestias” sin que uno se riera un poco.
En ese momento salió del banco la señorita Daisy, quien iba algo molesta mientras bajaba las escaleras.
Robert abrió la puerta de atrás y la señorita Daisy le agradeció a la vez que se subía al auto.
Con la misma rutina, que comenzaba a adquirir Robert, subió al coche y comenzó a conducir.
- ¿Cómo salió todo señorita Daisy?- le preguntó Robert sonriendo
- Por desgracia mal- le respondió enojada Daisy desviando su mirada a donde estaba la ventana de la puerta- ¡esos desgraciados no quisieron alargarme un préstamo para poder abrir un albergue que sirviese a los refugiados de la guerra!
- ¿Por qué no lo hicieron?- preguntó sorprendido Robert
- ¡Por la cantidad del mismo monto!, ¡por eso!- rugió Daisy con un tono de impotencia a la vez que miraba con ira a donde estaba el banco que se alejaba conforme el auto avanzaba- dijeron que era demasiado costoso y con la maldita recesión económica que hay todavía no pueden arriesgarse a perder más dinero del que ya tienen
- ¿Cuán grande debió ser para que se negaran?
- Casi diez mil millones Robert- le respondió enojada Daisy mirando con resentimiento por la ventana- al parecer las vidas de los pobres infortunados o de los indefensos no vale esa cantidad de dinero, ¿me pregunto cuánto valdría la vida de esas lacras?
- Lamento oír todo eso- se lamentó con pesar autentico Robert
- ¡Pues yo digo que se jodan!- exclamó con ira Daisy desviando su mirada de la ventana para ver directamente a Robert- buscare los fondos para poder crear ese albergue, quizás cree mi propio banco
- Estoy seguro que podrá- la alentó Robert sintiendo esperanza ante ese hecho
- Entonces tendrás que llevarme esta tarde al aeropuerto Robert, pienso viajar a mi casa en Londres para poder ver si puedo reunir los fondos necesarios- le contó Caroline Daisy con una sonrisa de satisfacción, su enojo parecía haberse esfumado repentinamente, adquiriendo una seguridad innegable de que lograría su cometido
- Su familia debe ser muy rica para permitirse ese lujo señorita Daisy- señaló Robert sorprendido, en su interior se preguntaba cuan acaudalada debía ser para poder llegar a fundar su propio banco
- Más de lo que imaginas- le respondió ella con una sonrisa segura- pero no es la riqueza monetaria la que vale sino la del espíritu
Continuaron en silencio después de eso durante todo el trayecto.
Cuando llegaron a la mansión, Robert volvió a repetir su ya acostumbrado movimiento con las puertas del auto, mientras la Señorita Daisy se bajaba del coche Robert subía al mismo para llevarlo a la cochera.
Cuando llego a su destino comenzó a pensar en cómo poder arreglar aquel cacharro. Podía ir ese motor a una velocidad mayor de 145 kilómetros, una buena velocidad, pensaba Robert; pero quizás podría mejorarla.
Como la señorita Daisy le dijo que saldrían esa tarde, Robert sabía que no tendría nada que hacer hasta esa hora. Por lo que decidió que podía trabajar en el motor de ese auto durante ese tiempo. Buscó una caja de herramientas en la cochera y la encontró en la mesa.
Abrió la caja y sacó algunos destornilladores, junto con una llave inglesa, se acercó al auto y le abrió el capot.
Entonces, con una sonrisa demasiado grande, se puso a trabajar en el motor del auto.
Era ya de tarde cuando la señorita Caroline Daisy, quien llevaba un elegante vestido blanco junto con su sombrero de sol redondo color blanco, salió de la mansión.
Tenía un bolsito rojo en sus manos y esperó un minuto a Robert. Apareció con el auto totalmente encerado, el negro del coche era reluciente, sonriendo Robert salió del auto y abrió la puerta de atrás para que Caroline se pudiese sentar
- Vamos al aeropuerto Robert- le indicó ella sonriendo
- Lo sé señorita Daisy- le respondió Robert- le puedo asegurar que llegaremos antes de que se haga media hora
- Me gusta ese optimismo Robert- rió ella adentrándose al auto mientras su chofer le cerraba la puerta y se dirigía a donde estaba el asiento de conductor
- A mí también- le respondió el a la vez que arrancaba el motor- ahora no mas charlas y vamos al destino
- Pero no te impacientes por el transito Robert- le contestó la señorita Daisy sonriendo- no llevo prisa
Entonces Robert puso en marcha el motor que él había mejorado.
No iban a 145 KM, iban a 160 KM por hora, Daisy estaba sorprendida por la velocidad del coche.
- No sabía que podía ir a esa velocidad- señaló ella muy emocionada por el viaje
- No puede- le respondió Robert muy orgulloso- yo modifique el motor para que pudiese ir a esa velocidad
- Pues es un trabajo increíble Robert- lo felicitó Daisy con entusiasmo- estoy muy orgullosa de ti
- Gracias- le respondió Robert con una sonrisa demasiado tierna
En ese momento llegaron al aeropuerto y, mientras Robert hacia su rutina, la señorita Caroline Daisy le contestaba con un tono demasiado bondadoso y orgulloso
- Me gustaría ver qué cambios le puedes hacer al coche Robert, estoy ansiosa de ver como se encuentra cuando vuelva
- ¿Y cuándo volverá a Estados Unidos señorita Daisy?- le preguntó Robert verdaderamente curioso
- El martes de la próxima semana Robert- le contestó ella- posiblemente cerca del medio día
- Así será señorita Daisy- le aseguró sonriendo
- Cuida a mi esposo en mi ausencia- le pidió Caroline Daisy sonriéndole con ternura- creo que voy a extrañarte Robert
- Y yo a usted- le respondió sorprendido por tal dicho, apenas si se conocían pero él ya la extrañaba- pero prometo venir a buscarla el próximo martes antes del medio día y cuídese, la guerra si se siente en Londres
- Lo sé- le respondió ella con voz baja a la vez que su sonrisa se desvanecía, después retomándola se despidió de él- adiós Robert nos vemos el martes próximo
Ella se retiró hacia donde iban las personas a comprar los boletos de avión. Robert la vio adentrarse al aeropuerto y él se dio vuelta para volver a su coche, sin embargo quiso revisar por última vez. Se dio vuelta para observarla; pero ella ya no estaba allí. Se había ido al parecer, como si se hubiese esfumado.
Robert sonrió ante tal pensamiento tonto, solo tuvo suerte y no había mucha fila. Nadie tenía deseos de viajar en avión últimamente. La guerra era algo que dejaba nerviosas a muchas personas que no sabían si irían a pelear o si se quedarían como neutrales.
Robert ahora deseaba pensar en cómo mejoraría ese auto que él conducía.
Subió al coche y lo puso en marcha, al hacerlo él mismo vio como un avión partía, posiblemente hacia Inglaterra, saludó inocentemente a la señorita Daisy pensando que podría estar viéndole. Encendió el auto y se retiró a la mansión donde trabajaría profundamente en la mejora de su medio de transporte.
Fue así como nuevamente fue manejando hacia el ocaso; pero que traía un brillante futuro consigo.
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