Él caminaba por la mansión, la cual era hermosa en su interior, quizás no tuviese pinturas renacentistas en las paredes, como supuso en un primer momento; pero si tenía otra cosa, adornos dorados. Eran bastantes y a Robert eso si le llamó bastante la atención. Cuando llegó a la que sería su habitación la señorita Daisy abrió la puerta y encendió las luces para que pudiese verla.
Era hermosa. La cama era muy pequeña; pero se veía bastante cómoda, la mesa de luz era de un acabado antiguo muy digno, incluso las cortinas eran de un color purpura siendo de una seda casi ostentosa. Robert no podía creer que esa fuese su pieza, supuso que debía ser un error, luego sonriendo no pudo evitar decir
- Señorita Daisy, esto es demasiado para mi, solo soy su chofer
- ¿Y por eso quiere decir que debe dormir como al parecer solía hacerlo antes?- le respondió con un tono demasiado aristocrático la señorita Daisy- no se apene ante esto señor Golden, al contrario alégrese, porque puede que su vida ahora tenga un mejor curso del que antes podía estar llevando
Y era verdad, pensaba Robert, quizás se acostumbró a comer ratas y estar en la basura tanto tiempo que el mismo veía esos lujos como algo antinatural.
- Por supuesto que antes tendrá que bañarse- le pidió sonriendo la señorita Daisy
- Debo oler mal¿ verdad?- preguntó con algo de vergüenza Robert bajando la cabeza
- Solo el cuerpo- le respondió ella con una sonrisa- pero al ver cómo te preocupabas por tu amigo canino, sé que tu interior no tiene ese olor a basura sino uno más perfumado a rosas
Él le sonrió agradecido a lo que ella le dijo
- Sígame por favor
La siguió hasta el cuarto de baño y cuando llegaron ella le indicó
- Este es el cuarto de baño, deje su ropa en el suelo que mi mayordomo, Timmy, vendrá a llevársela para darle una nueva junto con su uniforme de trabajo
- Gracias nuevamente por todo lo que hace por mí- le respondió muy emocionado Robert
- No tiene por qué darlas Robert- sonrió Daisy- creo que puedo confiar en usted; pero necesito antes saber si usted puede confiar en mi
- Lo haré- le respondió Robert con pasión luego entró a bañarse
- Hasta luego señor Golden- se despidió Daisy cerrando la puerta
Él se bañó quitándose toda la suciedad que tenia y, con ello, también toda esa tristeza que poseía en su corazón.
El mayordomo entro al baño y le quitó esa ropa apestosa para luego darle su nueva ropa junto con su uniforme.
Cuando el salió vio que su ropa era un traje negro con una camisa blanca y un moño negro. Sonrió al verlo, también se emocionó al ver el uniforme de conductor. Aquello era demasiado bueno para ser cierto, luego suspiró tratando de no dejarse llevar por la emoción y tomó el traje de civil con intensiones de probárselo, al ver que la talla era justa, se rasuró para estar presentable.
Cuando salió del baño y entró en su cuarto pudo ver que Compañero lo estaba esperando en una pequeña cesta con una almohada.
¿Quiénes eran estas personas que se preocupaban tanto por sus empleados?
No lo sabía y tampoco quería saberlo. No preguntaría nada más que lo referente a su trabajo, como donde iría la Señorita Caroline Daisy o que aspecto tendría el coche, nada más que eso. Ni siquiera deseaba saber el nombre del esposo de Daisy. Solo con saber que su jefa era la señora Caroline Daisy era suficiente.
No pudiendo soportar más su emoción decidió probarse las ropas de conductor. Se vio al espejo y sintió mucha felicidad al verse con esas ropas puestas.
Era delgado todavía; pero su saco, color gris oscuro con botones dorados, le cubrían el cuerpo, dándole un aspecto más elegante, la gorra del mismo color, con visera negra, le tapaba la cabeza y a la vez lo hacía sentir con cierta clase. Sus guantes, negros como sus botas del mismo color, le daban el toque de un autentico conductor, por no mencionar sus pantalones de color gris oscuro que combinaban por completo.
Compañero ladró de alegría al verlo y el mismo Robert le dijo a su amigo
- Quizás no sea lo que pensaba cuando llegue aquí amigo; pero estoy seguro de que es un gran avance. Soy un conductor de un hermoso auto, al cual le cuidare como es debido junto con quien debo llevar, además si soy el conductor de tal hermoso auto entonces no solo puedo cuidar de él sino también arreglarles sus fallas- le contó Robert con una gran sonrisa de felicidad en su rostro
Compañero ladró en señal de felicidad mientras que Robert reía un poco.
Aquella noche durmió plácidamente por vez primera en una cama en lugar de un banco en el parque o una colcha en el suelo de algún sucio callejón.
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