El Mundo Que Crearon...
Existe una leyenda de décadas atrás que relata que el mundo fue creado por la raza de dragones inmortales que vivían en la tierra, seres de gran poder que podían dar vida con solo una de sus escamas; los bosques, los ríos, mares y seres vivos formaban parte de lo que estos mismos dieron como regalo a la fría y árida tierra en la que siempre habían vivido.
Luego de dar vida a más de una especie la raza que estaba en el eslabón más cerca a la del dragón eran los humanos, estos habían heredado algunas capacidades como la inteligencia y destrezas, esto les ofrecía la posibilidad de madurar y progresar en la tierra, se dice que los dragones se camuflaron entre estos seres creados de sus escamas más cercanas a su corazón para ver con sus propios ojos curiosos aquello creado.
Con el paso de las décadas la raza humana próspero y avanzó a la época industrial, con esto los rumores de dioses en forma humana que brindaban la inmortalidad empezaron a circular entre los callejones; la razón de tales historias era gracias a un pueblo en donde un comerciante había sido asesinado, se cuenta que aquel hombre al morir su piel se tornó escamosa que brillaba con la luz del cielo.
Esa noche el pueblo festejó un gran festín en donde el plato principal había sido la peculiar carne de aquel desafortunado hombre, luego de aquel suceso las personas se dieron cuenta de que no podían morir y esto los lleno aún más en gozo.
Pero entonces una noche y sin explicación alguna el pueblo fue completamente arrasado y quemado sin dejar ningún rastro de los que alguna vez vivieron en aquel lugar.
— ¿Has escuchado del pueblo inmortal?, dicen que ellos hallaron a un dragón.
—La leyenda cuenta que si comes su carne obtendrás poderes e inmortalidad.
—Eso suena genial, pero ¿cómo saber si alguien es un dragón?
—Es difícil de saberlo, pero no debes de preocuparte si comes de la carne de alguien que haya comido la de un dragón tendrá el mismo efecto.
“…”
Las piedras hacen que el carruaje se mesa bruscamente, aquel transporte era el que se encargaba de transportar los esclavos, gente desamparada o vendida a traficantes de esclavos de la zona, en la época actual el uso de esclavos era permitido siempre y cuando no fueran nobles.
Eran cinco adultos y cuatro jóvenes que eran llevados al gran mercado en donde serían vendidos, entre los jóvenes va uno con un ojo vendado, con piel morena y pelo negro daba a entender del lugar de procedencia, el sur, su nombre era Eru el esclavo más famoso de aquella dotación, esto es debido a su origen la cual era nada más ni menos que de aquel afamado pueblo que se hizo famoso hace años por comer la carne de dragón.
Era vendido por lapsos de tiempo en donde cortaban carne de sus brazos y piernas para los nobles y reyes del continente, la prueba que estos tenían para probar la autenticidad de su producto estrella era siempre la sustracción de su ojo para dar el espectáculo de verlo crecer casi al instante.
El sol por fin ilumina el carruaje cuando este sale del bosque, a lo lejos se observa la ciudad de comercio más grande rodeada por grandes campos en donde el ganado era sacado a pastar, la luz entra por las ranuras del carruaje e iluminan un poco su interior, unos de los esclavos adultos ya sabiendo la historia de aquella callada mercancía ríe y mira con desprecio al joven que mantiene su mirada en el vacío de aquel sucio lugar.
— ¡Hey! gusano inmortal, porque no escapas con esos rumoreados poderes.
Los demás al oír aquella pregunta prestaron atención con curiosidad al joven esperando alguna respuesta, este simplemente se mantuvo en silencio y miró al suelo mientras los gusanos se terminaba de consumir aquella manzana a medio comer.
Aquella pregunta siempre era hecha, todo el mundo lo hacía tanto en tono de burla como por mera curiosidad; afuera de aquella pútrida caja las voces del gentío se empezaban a oír dando la señal de que habían llegado a su destino.
—Maldito monstruo.
Las calles eran un mar de tiendas en donde se vendían cualquier cosa, se podía hallar, materiales de animales para hacer armaduras o las telas más finas para las doncellas de los nobles, entre todo aquel mar, existía el famoso callejón en donde se hacían las ventas pertenecientes al mercado negro.
Los invitados nobles y reyes visitaban este lugar ya sea para conseguir armas, ropas con habilidades especiales o esclavos para uso personal; los invitados están vestidos con túnicas y usan antifaz para esconder su identidad, existen tres clases de antifaces: la blanca para damas, las de plata para los nobles y las de oro para los reyes o acompañantes especiales también los llamados héroes encargados de proteger a la población de cualquier amenaza que pudiera surgir.
Primero eran presentados los objetos divinos hallados en ruinas, luego eran las diferentes clases de armas, escudos y trajes con características divinas, al final cuando todo es vendido empiezan a salir de a uno los esclavos que serán vendidos en aquella sección.
Detrás del escenario los esclavos eran puestos en fila mientras pasaban uno por uno según orden de los presentadores, el último en pasar era la venta especial, aquel inmortal con el cual cualquiera podría obtener aquella añorada inmortalidad.
Eru el cual era hijo del noble de aquel pueblo, esperaba a que su larga travesía se volviera a repetir, ya era la quinta vez en el que era subastado sólo para ser torturado y así obtener su famosa inmortalidad, su mirada recorría el lugar… oscuro, como siempre, su visión era más aguda en aquella oscuridad que desde aquella noche lo acompaña, sin embargo aquel momento sería su peor enemiga.
Un escalofrío recorrió su cuerpo junto a un dolor agudo en su ojo vendado, lo que provoca tal reacción provenía de aquel lugar en el que se hallaban vendiendo esclavos como simples objetos, aquella sensación ya la había sentido, los humanos son peligrosos incluso para ellos mismos, desean hasta lo imposible y hacen los imposible solo para obtener lo que quieren.
La atractiva inmortalidad de que tanto hablaban tenía un precio el cual pagar, aquella noche los habitantes del pueblo tuvieron que dar algo a cambio por lo que tanto querían, al comer la carne el cuerpo era sometido a cambios que podrían provocar que el que comiera muriera casi al instante y se transformara en una criatura oscura como si fuera una simple sombra con extremidades largas como si de una araña se tratase, su rostro era completamente sustituido por una máscara de mujer, llenos de sed de sangre esa noche la aldea fue destruida por los mismos habitantes, muchos murieron y otros escaparon mientras esperaban su inevitable destino.
Cuando la mañana hizo su aparición y en medio de las cenizas se levantaban los que habían logrado soportar aquel cambio, su familia había muerto y mutado en aquellas criaturas que ahora atacaban entre las sombras a los demás, Eru sin mediar palabra alguna se alejó de aquel lugar ignorando las súplicas de los demás para mantenerse unidos.
Camino… y camino, tal vez por días, semanas e incluso meses perdiéndose entre los bosques esperando a morir… y lo hizo, murió de muchas formas pero aun así cuando abría sus ojos había regresado sin ningún rasguño, dolía, cada maldita herida dolía pero de tan solo pensar en lo que aquella noche aconteció hacia que de nuevo se levantara… una fugaz promesa lo empujaba a seguir.
Terminó por ser capturado en el momento en el que ayudó a un grupo de héroes cuando eran atacados por unos de los de su pueblo, usó su cuerpo para darles la oportunidad de sobrevivir, su brazo y hombro fueron arrancados casi al instante, al ver de nuevo su sangre caer y manchar el suelo, río por primera vez.
…Era un monstruo, al igual que ellos.
Teniendo eso en mente y con una sonrisa que helo la sangre de los héroes se abalanzó sobre su igual, no lo pudo vencer por su evidente falta de experiencia, pero si logro que este huyera y se perdiera en el bosque, cuando su brazo volvió a formarse, pensó que podía tener algo de ayuda, pero un ataque sin previo aviso logró noquearlo.
Al despertar se hallaba entre rejas mientras era observado por el afamado comerciante de esclavos, esté orgulloso de su adquisición no hizo más que marcar su nueva mercancía, para hacerlo utilizó un objeto maldito que incrusto en su garganta que le impediría hablar y rehusarse a las órdenes de su nuevo dueño.
— ¡Tenemos cincuenta de oro!, ¡¿quién da más?!
Exclama el promotor de la subasta, el público enloquece al ver la nueva oferta del hombre de máscara dorada que era acompañado por una esclava con piel morena.
—¡¡Tenemos cien de oro por parte del hombre que lo acompaña su esclava privada!!
Eru que temblaba en su posición observaba aquella gruesa cortina como si pudiera ver a través de esta, una luz roja se extendía en un solo punto, su ojo que más de una vez fue sacado había cambiado de color de un café oscuro a uno dorado, aquel ojo le dolía cuando un humano estaba por convertirse en un umbra, este nombre era el que el mundo terminó por ponerles a los que en el pueblo se habían terminado por convertir en aquellas extrañas criaturas.
En medio del público un hombre con antifaz plateado parece no sentirse muy bien, su cuerpo duele y empieza a sudar más de la cuenta entonces su acompañante trata de ayudarle con un poco de agua pero este ya con la piel oscura la apuñala con su ya transformada mano, en ese instante es cuando el lugar se llena de pánico y horror.
Los guardias del lugar tratan de mantener a la criatura alejada de los demás invitados pero no lo logran hacer por mucho tiempo y terminan por ser víctimas del que ahora devora como si no hubiera un mañana; por detrás del escenario los esclavos son sacados por la parte de atrás, el joven aprovecha el caos y se esconde detrás de una cortina en donde pasa desapercibido por los demás.
Luego de un tiempo el lugar parece estar en calma, pero el sonido de aquella cosa masticar alerta de que no está solo, sin embargo sale y sube a la tarima en donde observa a la criatura masticar una pierna de una mujer, el joven ríe por lo bajo mientras se acerca a la criatura que concentrada mastica su mangar.
—Te advertí que esto pasaría, pero como siempre no hacen caso, ahora mírate convertido, uno más para el montón.
La mano del joven agarra y jala aquel casi hueso que entretenía a la criatura, esté simplemente agarra otra extremidad y sigue mordiendo la carne, el joven mira aquel pedazo de carne a medio masticar y le da un mordisco, pero al instante los escupe y arruga su nariz.
—Sabe horrible, no sé por qué les gusta tanto eso, qué asco.
—Vaya parece que si puedes hablar muchacho.
De repente una gruesa y al mismo tiempo tranquila voz hace eco en el lugar, esto hace que el joven se ponga en alerta, pero unas varas negras logra incrustarlo en la pared del otro lado, un hombre con traje holgado, cabello negro, rasgos algo desgastados por pelear y piel blanca como la nieve entra e inmoviliza también a la criatura al mismo tiempo que el joven ahogó un alarido.
El hombre que cargaba un bolso algo simplón mira al joven que le mira frunciendo el ceño esperando que hablara, el recién llegado desvía su mirada para concentrarse en la cria-tura que se retuerce en el suelo, le sonríe con algo de falsa compasión.
—Cuando busques comer algo deberías de revisar que no esté dañado.
Exclama mientras de su mano se forma una barra de metal, esta toma forma de tridente la cual termina por ser incrustada en el pecho de la criatura que grita mientras su piel vuelve a su color original dejando a un humano muerto.
—Ahora, ¿qué haré contigo?, creo que debería decirle al vendedor de esclavos que su sello fue destruido, déjame adivinar cómo fue… ¿lo arrancaste sin pensar?, no es así.
Las palabras de aquel hombre hacían eco en la mente del joven, aquella voz le hacía sentirse nostálgico, esa sensación que pensó que jamás volvería a sentir, hizo que sin duda lágrimas empezaran a salir, estas parecían no agotarse, reco-rriendo sus mejillas terminaban por caer al suelo humedeciendolo.
El hombre guardó silencio e hizo que las barras que sostenían al joven desaparecieran, este cayó al suelo y de rodillas simplemente siguió llorando, la mente de Eru era transportada al pasado, esos estúpidos recuerdos en donde una voz cálida le enseñaba a leer, escribir y le contaba historias de aventuras y mitos.
—Bueno si no querías responder solo debiste haberlo dicho, no tenías por qué llorar como una doncella.
— ¡NO ESTOY LLORANDO!
—Oh! Claro ya entiendo, entonces ¿esas lágrimas son alguna habilidad del joven inmortal?
— ¡Maldito!
Exclama este mientras se abalanza sobre el mayor que simplemente da un paso a un lado para esquivar al joven que terminó por estrellarse contra el piso, el hombre ríe y agarra la mano del que está en el suelo que se levanta para golpear de nuevo con la otra libre pero sin lograr nada.
Este al verse atrapado gruñe por instinto, el hombre ríe de nuevo mientras arrastra al joven a la parte de atrás del escenario; este alega y patalea en busca de soltarse pero la diferencia de altura y fuerza es evidente; la puerta trasera es abierta estrepitosamente, Eru sale casi disparado terminando por estrellarse en el montón de basura que hay en el callejón detrás de aquel lugar.
— ¡Pero que mierda haces!
—Acaso no lo vez, saco la basura.
— ¡Maldito anciano!
—No seas grosero todavía estoy en mis hermosos treinta.
Al decir aquello y sin decir más cierra la puerta dejando al otro con las palabras en la boca; a la lejanía se escuchaba maldecir al joven mientras el mayor se retiraba de aquel lugar en donde ahora solo quedaban rastros de una macabra escena.
Fin prologo.
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