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Zaliki
Julian me miro fijamente, esperando a que comenzara a reírme y le dijera que todo era una broma. Sus ojos intensos e intimidantes.
Se levanto tan rápido que creí que saldría corriendo del salón, pero no lo hizo. Se mantuvo firme, apretando la mandíbula.
“Zaliki, si esto es una broma te juro que yo-“
“Dime, Julian”, me puse de pie frente a él, interrumpiéndolo, y me cruce de brazos, pretendiendo que me había ofendido con su declaración, “¿que ganaría con decirte una mentira así?”.
“Entonces, ¿por qué has venido a decírmelo a mí primero? Creí que, hasta hace poco, Yousef y tu eran cercanos”.
Bajo la mirada unos segundos, tratando de ocultar la sonrisa en mi rostro.
Él inclina su cabeza un poco, curioso, inconsciente de los celos en su voz.
Mi querido Julian, el más viejo de nosotros seis.
Vio pasar la veintena entrenando para el Torneo del Rey, esperando por una oportunidad que nunca llego.
*
Lo conocí en una reunión en Alsandair. Él ya era rey, y yo apenas una niña. Aun no se me permitía entrar en la sala principal con los demás, así que pase la tarde corriendo por el jardín y recolectando flores que no crecían en Amun. Cuando escuche las puertas abrirse, corrí rápidamente a ocultarme tras un enorme árbol, decidida a sorprender a mi padre, y, cuando vi una sombra lo suficientemente cerca, salte y lance un gruñido como el de Anubis. Pero el hombre que estaba frente a mi no era mi padre.
Su piel era muy clara, no como la de los hombres de Amun, su cabello castaño era rizado, lo cual en ese momento me hizo llevarme las manos al mío. Julian me miraba con esos ojos azules que siempre me hacen pensar en el mar, y sin previo aviso, me levanto por los aires.
“¡Zaliki!”, exclamo mi padre, acercándose a paso largo, “Perdónala, Julian, Zaliki dice estar entrenando para ganarle a sus hermanos”.
Julian sonrió, me miro, y me dijo algo que jamás olvidare, “Sigue así, Zaliki, y estoy seguro que serás una excelente reina”.
Hasta ese día, nadie había creído que podría ganar la corona.
No lo volví a ver hasta que cumplí los 16. Ya era la favorita para el trono de Amun, y para ese entonces, yo sabía que estaba enamorada de él.
En Gamaliel no podemos casarnos entre monarcas, y aunque fuese posible, Julian tenía a la fiel y hermosa Isla.
Aun así, cuando colocaron la corona en mi cabeza 3 años después, tome una decisión: haría de Amun el mejor de los 6 reinos, y siempre estaría ahí para Julian y Ambrose.
*
Prefiero cambiar el tema rápidamente, antes de tener que explicar mi relación con Yousef…
“Conozco tu secreto Julian, ¿tienes alguna idea de en donde podría estar?”
“Si tuviera idea, Ezra ya estaría en casa”, Julian camina hacia la ventana, dejando su duda a un lado.
Ezra era su único hijo.
“¿Has consultado con la cofradía?”, camino lentamente hasta llegar a su lado, niega con la cabeza.
“Iré contigo”.
Julian me mira rápidamente.
“Conozco un par de hechizos de búsqueda, cubriremos el bosque en una sola noche, si Ezra no está ahí, entonces ya ha salido de Ambrose”.
O bien, podría estar muerto.
Volteo a verlo. En Ambrose siempre han sido diestros para el combate, sin embargo los hechiceros mas fuertes vienen de Amun. Necesita de mi ayuda.
“¿Qué ganas con esto, Zaliki? Con Ezra desaparecido Ramses tiene un rival menos, lo he visto en combate y he visto cuanta gente lo sigue, será uno de los favoritos”.
Niego con la cabeza y esbozo una sonrisa, “Por eso quiero ayudarte, a mi Ramses no le gustaría que le regalen la corona, el quiere arrebatárselas de las manos”.
*
Salimos en cuanto el sol se oculto. Cuando Isla ya dormía y los sirvientes se disponían a sus tareas personales.
El llevaba una armadura plateada, en su brazo derecho se encontraba grabada la elegante espada clavada en una roca que representaba a Ambrose. Yo lleve una simple túnica.
Cabalgamos un buen tiempo en silencio, lo suficiente para alejarnos del palacio y del pueblo a sus pies.
“¿Trajiste algo personal de Ezra?”
Julian asiente y coloca su mano en su cintura, asegurándose que lo que le pedí se encuentre aun con él.
Cuando llegamos a la entrada del bosque, sentí un escalofrío invadirme. El bosque de las almas perdidas.
Desmontamos, extendí mi mano y Julian coloco una daga de mango plateado en ella. Era elegante, y parecía tener tanto uso como se le dio cuidado.
Saque el arma de su funda y la acerque a mis labios lo suficiente para sentir el metal.
Murmure unas cuantas palabras, coloque la daga en el suelo, y extendí mi mano por sobre de ella, entonces, esta comenzó a girar. Tras unos segundos, se detuvo en dirección al noreste del bosque.
Pude notar a Julian tensarse y fijar su mirada en mí.
Tome la daga del suelo y la até a mi cintura, el metal frío contra mi pierna.
Regresamos a nuestros caballos sin decir otra palabra, y comenzamos a avanzar.
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