—Oye —se le ocurre a Minka— ¿Y si nos cambiamos de uniformes? Yo te doy el mío y tú el tuyo. Vamos al baño a probárnoslos, ¿vale?
Y así fue cómo la pelirroja se llevó a un chico que acababa de conocer al lavabo. En ocasiones normales diría que van a liarse o algo, pero aquí algo no acaba de cuadrarme. Los dos son muy parecidos, en el sentido de que los dos no son uh, estándar, y además los dos tienen problemas de vestuario asignado. Pero como me explicaron muy bien: pregunta antes de asumir.
—Corvin —pregunto— ¿qué les pasa a esos dos?
—¿A qué te refieres?
—Que algo no encaja. Como si no fueran quienes dicen ser. No sé si me explico.
No. No me explico.
—Mmm... —el del tupé se queda pensativo— Creo que sé qué quieres decir, pero en ese caso mejor espera a que te lo digan ellos. ¿Y si es algo que quieren ocultar? Igual es que son agentes secretos y están camuflados para que nadie los reconozca...
Sí. Será eso. Claro. Ahora en serio, este hombre tiene un don para que deje de pensar en cosas raras. De todos modos, por el tono, Corvin no iba en serio. Menos mal.
No pasa mucho tiempo hasta que los dos desaparecidos vuelven, cada uno con el uniforme que les corresponde. Por si acaso: Minka el femenino y el señor Snowgale, el masculino.
Ambos son de color azul marino con bordes amarillos: para ella, un vestido de una pieza, con la parte de la falda que le llega por encima de la rodilla, medias negras; para él, una especie de camisa larga abrochada a un lado y pantalones negros; para ambos, un cinturón grisáceo y el cuello del uniforme blanco con borde amarillo y una suerte de rombo al medio: debe ser el logo de la escuela. Botas para ambos, si bien el de ella usa unas botitas más pequeñas. También: una mini capa con capucha gris claro que, puesta, llega hacia los codos más o menos.
También: una mini capa con capucha gris claro que, puesta, llega hacia los codos más o menos.
—Guau, pues os quedan la mar de bien. ¿Es que tenéis la misma talla?
Corvin también asiente, compartiendo mi opinión.
—Eso parecería. Ah, por cierto... Me llamo Finn. Finn Snowgale. Encantado de conoceros. Minka ya me ha dicho su nombre, pero vosotros no...
Se le ve mucho más seguro de sí mismo ahora que el problema de vestuario está resuelto.
—Alicia Wilkins, encantada.
—Corvin Evertree. ¡Mucho gusto, chaval!
—Por cierto... —añade Finn— En la bolsa del uniforme hay un papel con los horarios de las clases de mañana.
Corvin y yo rebuscamos en la bolsa al unísono y sacamos el papel que el chico peliazul ha dicho. En efecto, aunque es más una nota informativa que un horario propiamente dicho, ya que solo dice los horarios de mañana once de septiembre:
• De 9:00h a 9:45h: Tutoría y teoría mágica con Artemisa Alpenaz.
• De 9:45h a 10:30h: Artes ofensivas con la decana Valira Andrade.
• De 10:30h a 11:00h, recreo.
• De 11h a 12h: otra vez Artes ofensivas.
• De 12h a 13h: Botánica y alquimia con Graciela Ortigosa.
No parece haber clases por la tarde.
—Bueno, ¿y ahora? —dejo caer la pregunta— Hemos asistido a la presentación, tenemos los trajes y sabemos qué hacer mañana; pero hoy no hay clases ni más actividades. Y es muy pronto para volver a casa.
—Um... —Corvin se rasca la nuca con una mano, pensativo— Oh. Me habrá llegado el equipaje al dormitorio. Tendría que ordenar el armario y acomodarme.
—¡Tienes razón! Yo tengo que hablar con administración para un tema de los dormitorios —añade Minka— Y hacer lo que dice Corvin.
—Yo vivo en el centro. ¿Y si cogemos algo de comida y nos vamos a mi casa? A c-conocernos y tal, quiero decir... —propone Finn, sonrojándose ligeramente después.
—Ah, pues por qué no. Me parece bien.
—¡Míralo, el campeón! —ríe el del tupé— La acabas de conocer y ya te la llevas a tu casa. ¡Llévate condones, porque a este paso mojas!
Corvin le ha dado un pequeño codazo amistoso a Finn, aunque a este último no parece haberle hecho mucha gracia.
Mi caballero de pelo azul empieza a caminar sin decir ni pío en dirección a la salida, solo levantando la mano como para despedirse. Yo sí que les digo un "hasta mañana" a estos dos y sigo a Finn. Es curioso cómo ha pasado de chavalín timidillo e inseguro a persona aparentemente normal y relativamente amistosa en solo unos minutos. Realmente el atuendo que lleves afecta a tu autoestima, eh.
Al pasar por delante de mi casa, justo saliendo de la academia, veo a mi madre saludándome con la mano. Le devuelvo el saludo y ella responde levantando el pulgar a Finn, dándole el visto bueno. Creo que se ha pensado lo que no es.
—Es mi madre —le aclaro—. Trabaja de carpintera y está montando una tienda aquí. Creo que cree que puede vender varitas y bastones a los estudiantes o algo.
—¡Es buena idea! He visto algunos magos usar bastones.
Después de unos diez minutos de caminar charlando sobre nada en concreto y viendo las calles del pueblo, llegamos a la puerta del apartamento de Finn.
—Hemos llegado. Mi tía no está ahora en casa, no te preocupes.
Me quedo parada en la puerta durante un segundo, dudando si entrar o no.
—¿Qué pasa? ...No voy a hacerte nada raro si eso es lo que te preocupa.
Sí, mejor que me quite la paranoia de la cabeza. Si fuese Corvin, otro gallo cantaría, de eso estoy segura. Parece que, al menos, mi anfitrión ya ha madurado. Asiento. Él me abre la puerta y me deja pasar: una actitud realmente de un caballero. Después entra él y cierra la puerta.
—¡Bueno! —exclama, quitándose las botas y dejándolas en la entrada— ¿Qué quieres para comer?
—Pues... No sé, pero no te vayas a complicar mucho por mí.
—Tengo curry en la nevera, que ayer hice mucho. Solo hay que hervir arroz y calentar el curry en el microondas. ¿Te sirve?
—¡Me sirve! —exclamo, ilusionada.
Hace mucho que no comía curry: por una razón u otra, solo lo hacía en el restaurante japonés de donde vivía antes. Tendré que buscar una receta y enseñársela a mi padre, que es el chef de la familia.
Con una destreza pasmosa, Finn coge una olla del armario, pone un montón de agua y, tras encender el fogón, le echa un poco de sal.
—¿Puedes vigilar el fuego mientras me pongo cómodo? Avísame cuando esté a punto de hervir.
Le digo que vale y él se va a su habitación, supongo. Me doy cuenta que, aun en manga corta, hace calor en esta casa: lo he notado al entrar, no porque esté en la cocina. No paso mucho rato absorta en mis pensamientos porque empiezo a ver burbujas en el agua, así que voy a buscar a donde quiera que Finn haya ido. Hay una puerta cerrada, la abro sin pensarlo mucho.
—¡Finn! ¡Está a punto de...!
Oh. Parpadeo dos o tres veces, insegura de ver lo que estaba viendo. Es el pelo azul de mi anfitrión, desde luego, pero está desnudo y... tiene pechos. Una copa B, más o menos, algo menos que yo. En la única prenda que lleva puesta, los calzoncillos, no se le nota ningún bulto, aunque no tengo ni idea de por qué mis ojos han acabado allí.
—¡P-perdón!
...Es lo único que alcanzo a decir antes de cerrar la puerta dando un portazo y esperando olvidar lo que acabo de ver.
A ver, recapitulemos: teóricamente, su tía no venía hasta más tarde y no había nadie en casa, puesto que nadie nos ha venido a saludar o decir nada. Y el pelo era el mismo que el de Finn: teñido azul cielo, corto, etcétera. Pero lo que he visto es una chica, de eso no hay duda. ¿Tiene una hermana gemela con la que comparte peluquero? ¿O bien...?
—¡Alicia!
Una mano me toca el hombro por detrás mientras ensimismada en mi mundo. Es mi anfitrión, vestido con una camiseta blanca sin dibujo y unos pantalones cortos y con cara de preocupación... supongo.
—¡Ah! —me sobresalto, mirándolo— T-tienes una hermana gemela muy mona...
Oh mierda. Felicidades, Alicia, has sacado un excelente en relaciones sociales.
Como era de esperar, Finn me mira extrañado.
—Soy hijo único y solo estamos tú y yo en este piso ahora mismo.
—Ah, entonces... Oh espera, ¡el agua!
—Tranquila, Alicia, ya he tirado el arroz a la olla. Y sí, me has visto a mí, sin ropa, el mismo día que nos hemos conocido. Felicidades, has llegado más lejos que muchos de mis pretendientes.
Creo que está siendo sarcástico.
—¿Entonces...? —murmuro, con mi cabeza aún hecha un lío.
—Deberías llamar a la puerta antes de entrar si está cerrada —responde, serio pero no enfadado. Creo.
—Sí, pero... ¿Por qué tienes tetas?
Mira, yo qué sé ya. Digo lo que me parezca y que sea lo que tenga que ser. Finn parpadea dos veces y luego suspira.
—No soy cis —aclara, y al ver que no reacciono continúa—. ...Que quiere decir que el género que me asignaron al nacer no se corresponde con el que me siento.
—¿Y desde cuándo...?
—Este es mi primer curso como chico. Tiene huevos que alguien me delate justo el día antes de empezar las clases...
No, aquí ninguno de los dos tiene huevos. Pero por dios Alicia no se te ocurra decir eso en voz alta.
—Ah. Bueno, no te preocupes, sigues siendo un chico para mí —después, bajo la voz— muy mono y además eres el primero que conozco así...
—¿Eh?
—Mira... —me llevo la mano a la frente, apartándome de su vista— Me he pasado los últimos dos años con la cara metida en los libros de texto solo para sacar buena nota en Bachillerato. Me he casi aislado del mundo exterior solo por eso. Así que lo siento si mis habilidades sociales son nulas...
Finn me pone una mano en la cabeza y, al mirarlo, me sonríe.
—Dejemos de darle vueltas al asunto y vamos a comer, que se nos va a pasar el arroz.
—Ay hijo, eso es lo que me dice la familia cada vez que les digo que con diecisiete años nunca he tenido novio.
Después de eso, la comida y la tarde pasaron sin nada destacable. Nos pusimos a ver vídeos de YouTube hasta que mi madre me llamó preguntándome cuándo iba a volver. Y ahora ya he cenado, me he duchado y estoy mirando al techo en mi cama, lista para mañana.
Y ahí está mi uniforme, colgado en la percha y preparado para mañana. Hoy he conocido a una chica enérgica, un chico guay o que lo intenta y otro chico que toca más de pies a tierra y oculta un secreto que me ha revelado. Si esto fuera un anime, seguro que yo era la prota. Aunque un anime de mi vida sería un poco aburrido. Como mucho daría para una OVA de 3 minutos por capítulo...
Mañana será un día de cosas nuevas. ¡Qué ganas! ¡Buenas noches!
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