Al escuchar sus respectivos nombres, las aves desplegaron sus alas y se posaron sobre el soporte metálico, Espagiria se acomodó a la izquierda, Kemia en el extremo derecho e Incantésima quedó en medio. Los aspirantes no hacían otra cosa más que observar a las lechuzas atentamente con curiosidad y nerviosismo. Mandrakus procedió a desenrollar un viejo pergamino amarillento y recitó a voz en cuello.
- A las sabias lechuzas no podéis engañar...
Sabed pues, que a esta Facultad no cualquiera puede ingresar...
Si sois pobres de espíritu no podréis continuar...
Aquellos estrechos de mente, sobre sus pies deberán retornar...
Y los que tienen el corazón podrido, ni un paso más habrán de avanzar...
La gran Kemia os dirá si ingresaréis al Área General allí donde numerosas habilidades podréis desarrollar...
La buena Espagiria con su ulular os anunciará si aptitudes para la medicina en vuestro interior ha logrado observar...
Y la nobleza de Icantésima logrará encontrar cualquier don mágico que vuestro ser más oculto pueda albergar... -
- Muy bien, antes de comenzar con el examen, vamos a pediros un último favor... - intervino el profesor Nicodemus al mismo tiempo que los papeles que se encontraban en el interior de la urna se elevaban en el aire y se arremolinaban encima de las cabezas de los jóvenes. - Vais a anotar vuestros nombres en un trozo de pergamino, comenzando primero por vuestro apellido y después el nombre de pila. -
Cada uno de los aspirantes tomó un pedazo de papel, e inmediatamente, apareció una pluma sobre la palma de sus manos para que pudieran escribir. - ¿Eh... disculpad? - preguntó Loretta alzando su brazo tímidamente. - ¿No vais a proporcionarnos tinta? -
Los otros le dieron la razón, Mandrakus y Nicodemus se limitaron a esbozar una sonrisa dejando que el profesor Marcus procediera a aclarar la confusión. - No necesitáis tinta para escribir sobre este pergamino alquímico especial, ya lo veréis. - Y en efecto, en cuanto la punta de la pluma hacía contacto con el papel, aparecían automáticamente los trazos realizados con un color azul brillante que provocó que todos soltaran exclamaciones de sorpresa.
Stella aferró su pluma con las manos temblorosas por la emoción, garabateó su nombre y en cuanto terminó, la pluma se desvaneció en el aire y su pedazo de pergamino salió disparado de su mano para meterse de nuevo en el contenedor de cristal junto con los de los demás. Cuando todos los papeles estuvieron dentro, la urna comenzó a brillar con una mortecina luz azul y empezaron a girar rápidamente formando un remolino.
- Y ahora... - dijo Mandrakus. - Os llamaremos uno por uno en orden alfabético, en cuanto escuchéis vuestro nombre acudid al frente y permaneced de pie con la vista fija frente a las lechuzas para que ellas puedan examinaros detenidamente. -
Minutos después, la urna levitó y se dirigió lentamente hacia el lugar de Nicodemus para que éste sacara el primer papel, tosió para aclararse la garganta y después, pronunció el nombre allí escrito con voz fuerte y clara. - ¡Arrighi, Civilla! -
Una tímida muchacha regordeta de cabello lacio color caoba que llevaba peinado en dos coletas con flequillo sobre la frente, se abrió paso desde las últimas filas para acercarse al soporte donde estaban posadas las lechuzas, tragó saliva, se acomodó delante de ellas y aguardó con ansias. Al cabo de unos segundos, Espagiria comenzó a ulular. - ¡Área de Medicina! - corroboró Nicodemus al mismo tiempo que Civilla lloraba de emoción y era felicitada por sus padres y su hermano mayor que también era estudiante de Medicina.
La urna se movió para que Mandrakus pudiera tomar otro pedazo de pergamino y leyera el siguiente nombre. - ¡Averni, Zeno! - Un chico delgado y larguirucho de cabello negro largo y rebelde que se encontraba casi al frente de la plataforma se aproximó dando grandes zancadas y comenzó a dar saltos sobre un pie y luego en el otro ahí en su lugar para descargar tensión hasta que Kemia tuvo la bondad de anunciar que había sido aceptado en su área.
Finalmente, llegó el turno del profesor Marcus para sacar el tercer papel y llamar a otro aspirante. - ¡Bergamasco, Raimondo! - A quien la lechuza Kemia admitió en el Área General junto con Zeno. Nicodemus procedió a coger por segunda ocasión un pergamino de la urna y anunció - ¡Corrado, Marika! - Aquella joven, que tenía el cabello rizado y pelirrojo, resultó ser la primera en ser admitida por Incantésima en el Área de Magia y Hechicería y se sorprendió tanto con la noticia que los parientes que la acompañaban tuvieron que sujetarla por los brazos para evitar que se desmayara y cayera al suelo.
Marika volvió a su lugar y Mandrakus llamó al primer aspirante que sería rechazado - ¡Dolceacqua, Siro! - En cuanto se acercó a las lechuzas, las tres le dieron bruscamente la espalda, Siro se alejó con pasos largos para reunirse con un amigo que tenía ojos de chiflado y que exclamaba a grito pelado para hacerse notar entre el gentío. - ¡Te lo dije, te lo dije! ¡Esta facultad en realidad es una sociedad secreta y elitista! ¡Aquí conocen toda la verdad acerca de la Tierra Piramidal y se encargan de seguir propagando la mentira de que la Tierra es esférica! ¡Fíjate en que tienen tres lechuzas y tres áreas de estudio como los tres lados del triángulo! ¿Es pura casualidad? ¡Yo no lo creo! -
El resto de los presentes no pudo evitar estallar en estruendosas carcajadas al escuchar semejante disparate, el chiflado les dirigió una mirada cargada de furia, tomó a Siro por el brazo y antes de cruzar las puertas principales de la torre, se volvió y vociferó. - ¡Despierten! ¡No sean ciegos y abran los ojos! - lo cual no hizo más que provocar otra oleada de risotadas.
Cuando las cosas se tranquilizaron, los rectores continuaron con el examen. Las siguientes en examinarse fueron unas simpáticas trillizas de apellido Fulcanelli, la mayor se llamaba Giada y fue elegida para el Área de Magia mientras que Gianna, la hermana de en medio, fue a dar al Área de Medicina y Gina la menor quedó en el Área General.
Pasaron varios aspirantes más y Stella se ponía cada vez más nerviosa y ansiosa conforme se iban acercando a la letra M. El profesor Nicodemus anunció con firmeza y claridad el próximo nombre - ¡Montefiore, Marsilio! - La reina pegó un salto por el susto ya que era muy probable que en cuanto terminaran de evaluarlo a él, ella sería la siguiente. Marsilio en cambio se encaminó con suma calma hacia el soporte de las lechuzas mientras Brambilla le deseaba buena suerte levantando los pulgares.
No necesitó esperar mucho tiempo para que Incantésima emitiera un sonoro ulular para comunicarle que pasaría a formar parte de la nueva generación de hechiceros alquimistas de la Facultad. - ¡SÍ! ¡SÍ! - gritó Marsilio saltando y agitando los puños al cielo lleno de felicidad. - ¡Soy un mago! ¡Soy un mago! -
- ¡Oh, querido primo! ¡Sabía que lograrías entrar! - lo felicitó Brambilla bajando las escaleras a toda velocidad para reunirse con él y envolverlo en un fuerte abrazo.
Mandrakus sacó otro papel de la urna, una extraña expresión mezclada con asombro y emoción invadió su rostro y carraspeó varias veces antes de pronunciar el nombre que venía ahí. - ¡Mordano, Stella! -
Todos enmudecieron repentinamente al escuchar el nombre de la reina y volvieron sus cabezas hacia ella como autómatas. Stella tenía las manos sudorosas y las mejillas le ardían por la incomodidad que le estaba causando ser el centro de todas las miradas en ese momento, se ajustó la capucha de su capa sobre la cabeza y avanzó con lentitud con la vista hacia el frente mientras Loretta le daba palmadas afectuosas sobre los hombros para tratar de infundirle ánimos. Sus pasos resonaban contra el suelo de mármol, el corazón le palpitaba a ritmo acelerado y cada vez que intentaba caminar más aprisa, los nervios la traicionaban y le impedían mover los pies con rapidez.
Al aproximarse más en dirección a las lechuzas, le entraron unas repentinas e irracionales ganas de dar la media vuelta y salir corriendo de ahí. ¿Por qué rayos había decidido acudir al examen? ¿Qué haría si las tres lechuzas la rechazaban así como habían hecho con Siro y otros tantos aspirantes que pasaron antes que ella? ¿Sería capaz de soportar una humillación tan grande como esa? Se detuvo a pocos pasos de distancia del soporte y levantó la cabeza hacia el lugar donde Mandrakus se encontraba sentado, éste le sostuvo serenamente la mirada y agachó la cabeza en señal de asentimiento para invitarla a seguir adelante.
Stella se colocó delante de las lechuzas y se descubrió la cabeza para que así pudieran examinarla mejor, las aves movieron sus patas sobre el soporte para acercarse más a ella y la escrutaron con sus grandes ojos redondos ladeando las cabezas y aleteando. El ambiente se había tornado tan silencioso que hasta la caída de un alfiler se podía escuchar perfectamente. A esas alturas, Stella estaba convencida de que había cometido un gran error al presentarse ahí, a tal extremo que estaba pensando en volver sobre sus talones y retirarse cuando Incantésima comenzó a agitar velozmente sus inmaculadas blancas alas y lanzó un fuerte ululato que resonó por todo el lugar. - ¡Uh...uh...uh...uh! -
Mandrakus esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza al escuchar aquel sonido, como si tuviera la plena seguridad de que aquello sucedería. Por su parte, Stella se quedó pasmada sin moverse de su sitio hasta que el profesor Marcus la hizo volver a la realidad pidiéndole amablemente que se retirara para que pudiera llamar al siguiente aspirante.
La joven mandataria finalmente se espabiló y se encaminó hacia las escaleras mientras los otros le abrían paso rápidamente sin dejar de emitir murmullos curiosos. Ni ella misma podía creer que acababa de ser admitida y mucho menos aún que hubiera ido a dar nada más y nada menos que al Área de Magia y Hechicería. Corrió a toda pastilla para reunirse con Giusy y Ferruccio que habían bajado de las escaleras, y al igual que ella, estaban completamente sorprendidos.
Los tres se ocultaron detrás de una columna para tener mayor privacidad y comenzaron a hablar con tanta agitación que ni siquiera repararon en que Marcus había mencionado el nombre de Loretta. - ¡No puedo creerlo! - exclamó Stella realizando aspavientos nerviosos con las manos. - ¡Entré a la Facultad y estoy en el Área de Magia! ¿Pero por qué? ¿Cómo es que tengo facultades mágicas? ¡No lo entiendo! ¡Es imposible! -
- Pues... - trató de razonar Ferruccio - ...si que es muy extraño, alteza. La verdad es que yo tampoco me lo explico, estoy tan confundido como vos... -
- Pero debe haber una explicación... - interrumpió Giusy. - Quizá sea por la bendición de los Benandanti, probablemente ellos os otorgaron algunos de sus poderes cuando os la dieron. -
- Tal vez... - asintió Stella. - Aunque es probable que se deba a algo más... algo que tiene que ver con mis antepasados... -
- ¿Con vuestros antepasados? - inquirió Giusy con extrañeza. - Todos fueron reyes y nobles, a no ser que... - Pero no alcanzó a terminar de decir lo que pensaba porque Loretta, que venía jadeando por caminar aprisa, los alcanzó y su mirada delató que estaba igual o incluso peor de desconcertada que ellos. - ¡Alteza, chicos! ¡No van a creerlo! ¡Yo también soy una hechicera! ¡Pero no puede ser! -
- ¿¿Qué tú también estás en el Área de Magia?? - gritó Ferruccio sobresaltando a las trillizas Fulcanelli que se encontraban muy cerca de ellos.
- Sí, y no entiendo por qué. Mis padres no eran magos, ni mis abuelos tampoco ¡Lo sé muy bien! - afirmó Loretta con mucha seguridad.
- Sólo hay una persona que podría ayudarles a aclarar todo este misterio... - murmuró Giusy señalando con la cabeza a Mandrakus.
Los cuatro se sentaron en los escalones a esperar pacientemente que terminaran de ser evaluados los aspirantes que faltaban. Cuando Amelia Zucchero quedó seleccionada en el Área de Medicina, los tres rectores se levantaron de sus asientos y las lechuzas se posaron sobre sus hombros nuevamente. Con un chasquido de dedos, Mandrakus hizo desaparecer el soporte de metal y la urna de cristal mientras que la columna sobre la que había reposado menguaba de altura hasta que volvió a quedar sumida bajo la plataforma, el pentáculo de la superficie brilló con una intensa luz verde que se apagó a los pocos segundos.
- Queremos expresar a todos nuestra más sincera congratulación por haber sido aceptados como alumnos de esta Facultad - los felicitó Mandrakus abriendo los efusivamente los brazos y esbozando una gran sonrisa de satisfacción. - Aquí encontraréis anotados todos los libros y el material que vais a necesitar para comenzar el primer semestre de vuestra área correspondiente. - Dicho esto, se quitó el sombrero, sacó los pergaminos que había guardado ahí y los lanzó al aire. Como si tuvieran vida propia, los rollos volaron directamente a las manos de cada uno de los futuros estudiantes para que éstos pudieran atraparlos con facilidad.
- Las clases darán inicio el primer lunes de Septiembre y os suplicamos cordialmente que lleguéis aquí el domingo anterior por la tarde para poder agasajaros con una especial cena de bienvenida - añadió el profesor Marcus antes de despedirlos. - Bien, eso es todo, podéis retiraros y nuevamente os deseamos muchas felicidades por vuestro ingreso. -
Mientras todos los demás se encaminaban hacia la puerta principal e iban desalojando el vestíbulo, la reina y los otros se precipitaron en dirección a Mandrakus para abordarlo en cuanto bajara de la plataforma. Nicodemus y Marcus comprendieron enseguida que aquel asunto era de índole privada y se retiraron discretamente. - ¿Ma... Mandrakus..? - titubeó Stella al tratar de buscar las palabras adecuadas para explicar sus inquietudes. - Lo... Loretta y yo necesitamos saber... y estamos casi seguras que usted tiene que saber algo... ¿Cómo es posible que ella y yo seamos..? -
- Por supuesto que sí, alteza. Estaba perfectamente seguro de que esto pasaría y que me haríais muchas pero muchas preguntas al respecto - la interrumpió Mandrakus con toda la gentileza y comprensión que fue capaz de expresar. - Sin embargo, aunque yo sé demasiadas cosas, no puedo daros una respuesta completa y satisfactoria. Pero hay quienes sí pueden deciros, o más bien, mostraros toda la verdad tal cual es. -
- ¿Quiénes? - inquirió Stella con bastante impaciencia por las largas que le daba el mago.
- Las Tres Hadas del Bosque de los Sauces Danzantes. -
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