Mandrakus esbozó una enorme sonrisa de oreja a oreja al escuchar eso. - Debemos bajar enseguida a informar a los demás de que vos también acudiréis a la prueba, ya veréis lo contentos que se van a poner todos cuando lo sepan. -
Cuando Stella y Mandrakus bajaron al comedor, todos los otros se encontraban ahí reunidos dispuestos a cenar. Giusy, Ferruccio y Loretta levantaron la vista hacia los recién llegados nada más hacer acto de presencia, ya que en cuanto Stella los había dejado en la sala del ocio sin darles una explicación convincente, salieron súbitamente en busca del mago consejero para plantearle el motivo de su preocupación, ya que él era el único que podía encontrar la forma de hablar a solas con la reina y hacerla confesar toda la verdad que callaba para ellos.
El anciano carraspeó por lo bajo para anunciar que tenía algo importante que decir, los demás intercambiaron miradas entre ellos y aguardaron con expectación. - Bien jóvenes, me alegra encontrarlos a todos juntos aquí, la reina tiene algo que comunicarles... - y se volvió hacia Stella y le dirigió una mirada amistosa para animarla a hablar. En ese instante, Glenda salió de la cocina cargando una olla llena de puchero junto con su hermano Avellino que se disponía a acomodar los respectivos platos y cubiertos en los lugares correspondientes de la mesa y aguardaron un momento a que Stella terminara con su discurso.
- Antes que nada quiero decirles que lamento haberlos preocupado con la actitud que he tenido en estos últimos días, créanme que no ha sido fácil para mí sola cargar con tantos problemas, pero tampoco quería agobiarlos a ustedes con ellos... - Stella hizo una breve pausa para darse un respiro y sus amigos asintieron con la cabeza en señal de comprensión. - Una de las tantas cosas que me daba muchas vueltas en la cabeza es el hecho de que yo... - continuó la reina titubeando un poco - ... de que yo también deseo ingresar a estudiar alquimia en la Facultad de las Tres Lechuzas igual que ustedes. -
El resto de los presentes se quedaron perplejos al oír aquello. Giusy fue la primera en pronunciar su opinión al respecto. - ¡Pues eso sería grandioso, alteza! La verdad, hemos pensado en lo mucho que os echaríamos de menos cuando empezaran las clases, pero si vos venís también con nosotros... - Ferruccio y Loretta también se mostraron llenos de emoción por la idea de tener a la reina Stella como otra compañera de estudios. El único que encontró objeciones fue Avellino. - Pero alteza, si entráis a la Facultad no podréis ocuparos del reino y de vuestros deberes escolares al mismo tiempo ¡sería demasiado excesivo para vos! ¿no os parece? -
- ¡Ah, no digas tonterías, Avellino! - lo reprendió Mandrakus haciendo ademanes con las manos. - Ella es una persona muy inteligente y responsable, estoy seguro de que podrá hacerse cargo de todas sus obligaciones reales mientras estudia. -
Stella asintió meneando la cabeza con expresión firme, para hacerle ver a su mayordomo de que echarse una nueva responsabilidad al hombro no supondría un problema. Avellino solamente se limitó a encogerse de hombros esperando que así fuera.
- ¡Entonces no se diga nada más! - sentenció Mandrakus hacia Giusy, Ferruccio y Loretta. - Mañana a las ocho en punto los espero a todos reunidos en mis aposentos para partir juntos a la Facultad, y ahora... - añadió dirigiéndose a Glenda - ... será mejor que nos sentemos a cenar porque traigo un apetito salvaje . -
Glenda se apresuró a llenar los cuencos de puchero y mientras Stella cenaba sorbiendo lentamente aquel caldo humeante, diversos pensamientos se arremolinaban en su mente. Tenía un extraño presentimiento acerca de lo que podía suceder en cuanto estuviera de frente a las tres lechuzas que la examinarían minuciosamente al día siguiente, algo que arrojaría una nueva luz sobre su vida presente y que podía cambiar su destino para siempre.
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